18 sept 2012

Incógnitas del comportamiento militar el 7 de Octubre

Fernando Ochoa Antich
Introducción 
La pregunta que más se hacen los venezolanos, en este complejo  momento histórico que vive Venezuela, es la siguiente: ¿Respetará la Fuerza Armada Nacional el resultado electoral si éste es adverso a Hugo Chávez? Existen múltiples razones para que en la opinión pública exista esa duda. No sólo han sido las polémicas  declaraciones del propio Hugo Chávez, sino la de algunos jefes militares que, en flagrante irrespeto de la Constitución Nacional, han insinuado esa posibilidad. Nunca ha sido fácil de determinar la actitud de una fuerza armada en una crisis política y social. Su lealtad a las instituciones, a un caudillo, o a un dictador puede variar según las circunstancias históricas que viva una sociedad.
Un buen ejemplo de esta tendencia a cambiar de posición son las diferentes actuaciones que tuvieron las Fuerzas Armadas durante nuestra última dictadura militar. Comparar el importante respaldo en los cuadros militares que tuvo el liderazgo de Marcos Pérez Jiménez durante el golpe militar de 1948, el fraude electoral de 1952 y su designación como presidente de la República, con el amplio cuestionamiento a ese mismo liderazgo que condujo a la insurrección militar del 1° de Enero de 1958 y a la crisis de los mandos militares del 23 de Enero de ese año que produjo su derrocamiento deja entrever la dificultad que existe para poder prever la actuación de los cuadros militares durante una crisis política  y social.  
Esta dificultad, que surge normalmente en unas fuerzas armadas profesionales como consecuencia a sus intrínsecos valores militares, era conocida perfectamente por Hugo Chávez. Había estudiado, con detenimiento, el derrocamiento en la América Latina de algunos militares admirados por él, los generales Juan Domingo Perón, Marcos Pérez Jiménez y Juan Velazco Alvarado, por fuerzas armadas profesionales  que, en un momento determinado, interpretaron el sentimiento popular. Esa percepción se incremento casi hasta el infinito después de su derrocamiento el 11 de abril de 2002.  Este convencimiento lo ha llevado a intentar destruir, desde que asumió la presidencia de la República, esos valores profesionales mediante un permanente proceso de ideologización.
 En su esfuerzo para alcanzar ese criminal objetivo ha ido progresivamente penetrando sus cuadros  y realizado purgas dirigidas a reemplazar de los mandos a aquellos oficiales que no simpatizan con sus ideas. Ese intento de control ideológico de la Fuerza Armada Nacional no se ha logrado plenamente, aunque se han hecho consistentes esfuerzos para alcanzarlo, violando flagrantemente la Constitución Nacional de 1999. Es muy difícil destruir totalmente valores militares que se formaron durante más de cien años. Nuestras Fuerzas Armadas eran consecuencia de un largo proceso de transformación militar, iniciado desde el principio del siglo XX, que había superado etapas perfectamente determinadas en su proceso de modernización: el Ejército Pretoriano, las Fuerza Armadas profesionales y las Fuerzas Armadas Institucionales.
Nuestras Fuerzas Armadas tuvieron, durante ese largo proceso de modernización, distintas actuaciones históricas, acertadas unas, equivocadas otras, pero en todas curiosamente siempre se observan ciertas características comunes:
1.   Sorprendentes vasos comunicantes entre la sociedad civil y los cuadros militares;
2.   Coincidencias entre un particular descontento militar y una profunda crisis social y política;
3.   Similar forma de pensar entre los cuadros militares y la clase media venezolana;
4.   Tendencia a la formación de grupos dentro de los cuadros militares.

En el esfuerzo para tratar de responder la pregunta inicial que nos hicimos, desarrollaremos la conferencia en dos partes: en una primera parte enumeraremos  las principales crisis militares venezolanas del siglo XX, aunque sólo nos detendremos, por falta de tiempo,  a analizar en un solo ejemplo la existencia de esas características comunes; y en una segunda parte determinaremos si surgen actualmente en nuestras actuales circunstancias históricas.
Primera Parte
Las crisis militares venezolanas
Las principales crisis militares del siglo XX venezolano han sido las siguientes:
1.   La insurrección militar del 7 de abril de 1928.
2.   El golpe cívico militar del 18 de octubre de 1945;
3.   El golpe militar del 24 de noviembre de 1948;
4.   El fraude electoral de 1952;  
5.   La insurrección militar del 1° de enero de 1958 y el golpe de estado del 23 de enero de ese mismo año;
6.   Las insurrecciones militares de 1992;

Me detendré a analizar las circunstancias militares que produjeron el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, por lo corto del tiempo y considerarla una de las fechas más importantes de nuestra historia.
La insurrección militar del 1° de enero de 1958 y el golpe de estado del 23 de enero de ese mismo año. 
        En enero de 1957, el régimen de Marcos Pérez Jiménez se veía absolutamente consolidado. La base fundamental de su estabilidad eran las Fuerzas Armadas Nacionales, las cuales habían tomado, desde 1945, una participación activa en la política nacional. Esa actuación había producido en sus cuadros pequeñas divisiones que habían obligado a la detención y al exilio de un  número reducido de sus miembros que consideraron equivocada la orientación política del régimen después del 24 de noviembre de 1948, y particularmente al ocurrir el asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la junta Militar de Gobierno. La vinculación de algunos oficiales con la resistencia dirigida por Acción Democrática activó algunos intentos conspirativos que fueron dominados sin mayores consecuencias.
El gobierno militar presentaba una considerable fuerza política al ser respaldado, después del 24 de Noviembre de 1948, por un conjunto de fuerzas sociales de indiscutible importancia que criticaban con severidad el trienio de gobierno de Acción Democrática: el gran capital nacional, la clase media, la iglesia católica, los partidos URD y Copei y en general amplios sectores sociales. Los partidos políticos se distanciaron del gobierno militar después del asesinato del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, el fraude electoral de 1952 y la designación espuria de Marcos Pérez Jiménez como presidente de la República. Un eficiente esfuerzo administrativo, mediante grandes construcciones de obras públicas, produjo  un importante esplendor económico que era disfrutado, en medio de una gran seguridad, por amplios sectores de la clase media. 
Sorprendentemente, la cercanía del final del período presidencial y el inicio de un creciente malestar económico, empezó a fortalecer el descontento social, el cual tuvo algunas manifestaciones en el orden político. El 1° de mayo de 1957, monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas, hizo pública una pastoral que fue leída en todos los púlpitos de las iglesias a nivel nacional. Allí se criticaba con severidad las degradantes condiciones que tenía el trabajo en Venezuela y recordaba los fundamentos más importantes de la doctrina social de la Iglesia. Al mismo tiempo, se iniciaron algunos contactos con personalidades representativas del régimen, tratando de encontrar una solución que permitiera resolver la coyuntura política, que producía la prohibición de la reelección presidencial inmediata establecida por  la Constitución de 1953.
La muy debilitada oposición democrática proponía la convocatoria a elecciones con un candidato único de oposición, posiblemente el doctor Rafael Caldera, y sugería que el régimen lanzara su propio candidato para solucionar la posible crisis política. Los sectores más ultramontanos del Pérezjimenismo no estuvieron  de acuerdo con esa solución y lograron influir en el dictador que ordenó una corta prisión de Rafael Caldera, que al ser liberado, optó por exilarse. Esta actitud intransigente de Marcos Pérez Jiménez cerró toda posibilidad de negociación política. A partir de ese momento, los principales  partidos  políticas, AD, URD y Copei,  iniciaron conversaciones a objeto de oponerse a cualquier maniobra electoral del régimen y activaron una clandestina organización, la Junta Patriótica, con participación del PCV,  para coordinar la resistencia.
Al mismo tiempo que se producían esos acercamientos políticos, un creciente malestar social empezó a desarrollarse. Una importante deuda interna, contratada por el gobierno nacional para la realización  de las grandes  obras de infraestructura, inauguradas en diciembre de 1956, había empezado a provocar una crisis económica al presionar la paralización del comercio y el crecimiento del desempleo. La banca, que había negociado con las grandes empresas constructoras los pagarés adelantados por el gobierno nacional  para la construcción de las obras, trató de convencer al régimen de transformar la deuda interna, inmanejable a corto plazo, en deuda externa. La camarilla gubernamental no estuvo de acuerdo, influida por la ortodoxia económica heredada del gomecismo.
Esa crisis social tuvo su primera manifestación pública en la huelga estudiantil del 21 de noviembre de 1957. La Universidad Central de Venezuela convocó a una huelga general estudiantil, respaldada por los liceos públicos de Caracas, en rechazo a la decisión de la dictadura de suspender las elecciones y convocar a un plebiscito en diciembre de ese año. La represión fue inmediata, pero sorprendentemente la inquietud popular empezó a reflejarse en pequeñas protestas en contra del régimen y en el reparto de material impreso firmado por la Junta Patriótica con severas críticas a las políticas gubernamentales. Curiosamente, la sociedad venezolana, que había mostrado en los últimos cuatro años muy poca tendencia a la discusión política empezó, lentamente a movilizarse y ese tema se convirtió en punto central en las conversaciones ciudadanas.
Los venezolanos, en esos días,  se hacían exactamente la misma pregunta que ahora nos hacemos en relación a la actuación de los militares. Las Fuerzas Armadas se presentaban monolíticas. El discurso de Marcos Pérez Jiménez planteaba, de manera permanente,  que su gobierno era militar y lo demostraba utilizando en altas funciones públicas a militares activos y retirados. Además de ese permanente planteamiento se habían construido grandes obras de infraestructura militar, el hospital militar, el círculo militar, varios importantes y muy cómodos cuarteles, y se había adquirido un moderno material de guerra. El pueblo consideraba que los militares eran un sector privilegiado de la sociedad con excelentes ingresos y ventajas socioeconómicas indiscutibles.
Curiosamente, esa no era realmente la situación interna en las Fuerzas Armadas. Un creciente descontento había empezado a surgir en los cuadros medios y subalternos por causas intrínsecas al propio funcionamiento de la organización militar. Entre ellas se podrían enumerar las siguientes:
1.   Permanencia en los mandos militares, por más de trece años, de una misma generación militar;
2.   Predominio absoluto del Ejército, las Fuerzas Terrestres como se llamaba en ese tiempo, sobre las demás Fuerzas. 
3.   Marcado enriquecimiento, proveniente de los dineros públicos, de una camarilla militar;
4.   Interrupción del tradicional proceso de consulta a los cuadros militares de las grandes decisiones políticas;
5.   Disminución progresiva del nivel de vida de los profesionales de las Fuerzas Armadas, como consecuencia al proceso inflacionario y a la ineficiencia de los planes sociales;
6.   Control por la Seguridad Nacional, la policía política del régimen, del personal militar.

Al mismo tiempo que este descontento surgía, alcanzaron los grados medios de tenientes coroneles una generación militar distinta a la del general Marcos Pérez Jiménez. Justamente, uno de sus más distinguidos representantes el teniente coronel Hugo Trejo, alférez mayor de la promoción de  1942 y graduado de Estado Mayor en España, lideró una conspiración militar en el Ejército que logró importantes vinculaciones con oficiales de la Aviación. La insurrección se iba a realizar el 6 de enero, pero al ser descubierta, se adelantó para el 1° de enero. Distintas circunstancias que serían muy largas de analizar condujeron a su fracaso. La sorpresa en la opinión pública fue inmensa, produciéndose de inmediato una ampliación de la crisis política, que fue aprovechada por la Junta Patriótica para incrementar la resistencia popular.
La constante alteración del orden público y la presión de las Fuerzas Armadas condujeron a una crisis en  que obligó a Marcos Pérez Jiménez a destituir a Laureano Vallenilla, del ministerio del Interior, y a Pedro Estrada, de la dirección de la Seguridad Nacional. En la reforma ministerial figuró el general Rómulo Fernández como ministro de la Defensa. A los dos días una nueva crisis ministerial produjo la detención  y el exilio del general Fernández, quien fue reemplazado en sus  funciones por el propio dictador. La crisis política continuó. La Junta Patriótica convocó a una huelga general el 21 de enero, paralizándose relativamente las actividades comerciales e industriales hasta la madrugada  del 23 de enero, cuando Marcos Pérez Jiménez abandonó a Venezuela, constituyéndose una Junta de Gobierno, presidida por el contraalmirante Wolfgang Larrazabal. 
Al analizar la crisis histórica que condujo al derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez se percibe claramente  la presencia  de  las características comunes de las crisis militares en Venezuela señaladas anteriormente Es imposible negar que  los cuadros militares mantenían estrechas y permanentes vinculaciones con la sociedad civil, fundamentalmente a través de grupos de amigos que normalmente pertenecían a la clase media. Los valores culturales que los oficiales de las Fuerzas Armadas reciben en su formación hacen que normalmente sus relaciones sean de esa clase social.  El descontento que se originó  en la sociedad venezolana ese año  penetro progresivamente  en los cuadros militares. El ambiente interno en los cuarteles era favorable al coincidir con un creciente descontento militar. Ese fenómeno va a ser aprovechado políticamente  por una nueva generación militar.
Incógnitas del comportamiento militar el 7 de Octubre.
        No voy a desarrollar ampliamente las circunstancias políticas y sociales que caracterizan el actual momento histórico. Son más que conocidas. De todas maneras, voy  a resumir las características más resaltantes del régimen chavista y de la actual Fuerza Armada Nacional. La mal llamada Revolución Bolivariana tiene un origen electoral. Este hecho ha influido de manera fundamental en las distintas acciones políticas, económicas y sociales que Hugo Chávez ha tomado con el fin de establecer un régimen de tendencia totalitaria y estructura militar. Ese objetivo se ha preservado de manera rigurosa, aunque las acciones se han aplicado en una forma prudente para evitar una posible reacción  de alguno de los factores de poder existentes en la sociedad venezolana antes de lograr alcanzar su total control.
         El régimen chavista ha controlado progresivamente todos los poderes públicos mediante la convocatoria  permanente a elecciones. Al mismo tiempo, ha buscado penetrar dos instituciones que en Venezuela tienen una particular influencia, para ponerlas  a su servicio: Petróleos de Venezuela y la Fuerza Armada. Analizaremos, con algún detalle las principales transformaciones ocurridas durante estos trece años en la estructura militar y en sus valores profesionales. La Constitución de 1999 no produjo ningún cambio en la orientación filosófica de la Fuerza Armada. El artículo 328 establece que la Fuerza Armada es una institución profesional, sin militancia política, al servicio de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política. El artículo 329 dispone que esté constituida por el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional.
La  constitución de 1999 se le ha presentado a Hugo Chávez como una camisa de fuerza, que ha limitado siempre su objetivo de transformar a la Fuerza Armada profesional en una milicia ideologizada al servicio de un partido político. Sus pasos, como ya dije anteriormente, han sido prudentes en ese campo. Sus primeras acciones, transformar los Teatros de Operaciones en Teatros Sociales, la aplicación del  Plan Bolívar 2000 y enviar sin cargos a un número importante de oficiales que no compartían su manera de pensar,  produjeron las causas de la conspiración militar que el propio Hugo Chávez abortó, el 11 de abril de 2002,  al provocar la manifestación de protesta por sus acciones contra el personal de PDVSA. El fracaso de la huelga petrolera y la derrota electoral en el Referendo Revocatorio, retrasado por el CNE casi dos años, fortalecieron su poder.
Un nuevo error de la oposición, convocar a la abstención en las  elecciones parlamentarias de 2005, le permitieron el control de todos los poderes públicos. Aún así no se sintió satisfecho. Al obtener en las elecciones presidenciales de 2006 el 62,84 % se consideró  con suficiente fuerza  para presentar una reforma constitucional en diciembre de 2007. En dicha reforma, al mismo tiempo que se planteaban  profundos cambios filosóficos y estructurales en nuestro sistema político, se presentó una total modificación de los artículos 328 y 329 de la Constitución de 1999 al plantear transformar la Fuerza Armada de una institución profesional, sin militancia política, al servicio de la Nación, en un cuerpo “esencialmente patriótico, popular y antiimperialista”. Al mismo tiempo se permitía la creación de la “Milicia Popular Bolivariana”.
El Referendo Aprobatorio de este proyecto constitucional se realizó el 2 de diciembre de 2007. Esa noche, después de fuertes tensiones en el Consejo Nacional Electoral y en medio de un sorprendente toque de cacerolas, se conoció el resultado. Después de analizados el 88 % de  las actas, el Consejo Nacional Electoral informó el primer resultado: el Bloque “A”: el  “no” 50,70 %; el si 49,29%; bloque “B”, el “no” 51,05 %, el “si” 48,94%. Luego de 5 días del primer reporte se dio a conocer unos resultados parciales, no conociéndose, hasta este momento, los resultados definitivos. Hugo Chávez reconoció la derrota, aunque mantuvo que no retiraba ni una sola coma de su propuesta y que seguiría trabajando  a favor del proyecto de Reforma Constitucional. Hugo Chávez no se amilanó  con la derrota en el Referendo Aprobatorio de dicha reforma.
Sin importarle las limitaciones constitucionales, continuó tratando de imponer su visión totalitaria mediante el control de la Fuerza Armada y otras acciones. Ya en el año 2005, dentro del marco de la Constitución de 1999, pero utilizando una Ley Habilitante, aprobó una reforma a la Ley Orgánica. Esta reforma disminuyó la importancia de las Fuerzas, incrementó el peso institucional del Comando Estratégico Operacional, creo la Guardia Territorial con la finalidad de centralizar las reservas de las distintas Fuerzas y fortaleció de manera importante el mando directo del presidente de la República. No satisfecho con lo logrado, comenzó, de manera sorprendente, un conjunto de reformas de la Ley Orgánica: la del año 2008, la del 2010 y la muy reciente de 2011, violando flagrantemente la Constitución de 1999 y aplicando su tradicional táctica de ir paso a paso.
El 31 de julio de 2008, promulgó  una nueva reforma de la  Ley Orgánica de la Fuerza Armada, que incrementaba la tendencia centralizadora de la concepción militar chavista, al fortalecer el mando del presidente de la República, del Comando Estratégico Operacional y del Comando de la Milicia Bolivariana, y debilitar el ministerio de la Defensa y los comandos de Fuerzas. Se creó la categoría de oficial técnico, al permitir a los suboficiales profesionales de carrera optar a los grados de oficial efectivo y se legalizó la existencia de la Milicia Bolivariana. El 2 de febrero de 2010, aprobó otra nueva reforma de la Ley Orgánica. En ella se fortalecieron las tendencias observadas en la anterior Ley de centralizar el mando en el presidente de la República y se le concedió el grado militar de comandante en Jefe y mando efectivo sobre las unidades operativas.
Aún le pareció poco.  El 5 de septiembre de 2011 aprobó otra nueva reforma, la cual  se encuentra vigente. Esa  reforma ratificó el grado militar de comandante en Jefe, fortaleció el mando del presidente de la República, del comandante Estratégico Operacional y del comandante de la Milicia Bolivariana, y debilitó ampliamente la autoridad del ministro de la Defensa y de los comandantes de Fuerzas. Se crearon las Zonas Operativas de Defensa  y las Areas de Defensa Integral. Se clasificaron los oficiales efectivos en oficiales de Comando, oficiales Técnicos y  oficiales de Tropa. Se creó el oficial de Milicia. Se prolongó el servicio a 36 años  para los generales de División y Vicealmirantes, no determinándose tiempo de servicio para los mayores generales ni los generales en Jefe. Se incrementó a 5 años la permanencia en los grados hasta coronel.
Al mismo tiempo, se estableció una nueva doctrina militar que tomó el pomposo nombre de Defensa Popular Generalizada, orientada a la conducción de una guerra asimétrica, señalándose, como la hipótesis de conflicto  más probable, un enfrentamiento con los Estados Unidos. Esa doctrina militar ha demostrado importantes contradicciones al no lograr armonizar la estructura organizativa de la Fuerza Armada y su apresto operacional hacia ese tipo de guerra. Ha sido imposible  adaptar a una fuerza armada habituada a la conducción de operaciones dentro de una visión clausewistziana de la guerra a la realización de operaciones orientadas  a una “guerra popular de resistencia”, similar a la desarrollada por los ejércitos chinos, norcoreanos y cubanos, bajo circunstancias históricas particulares y muy difíciles de repetir en estos tiempos de globalización y de impresionante avance tecnológico y militar. 
Un buen ejemplo de esa equivocada política militar ha sido el manejo de personal. Los ascensos y la asignación de cargos son influidos totalmente por las relaciones de orden ideológico y partidista. La  influencia que mantienen, en todas las decisiones militares, los oficiales que pertenecieron a la logia militar que conspiró el 4 de febrero de 1992, no permite el normal desarrollo profesional de la Fuerza Armada. Otro aspecto que se ha visto totalmente  disminuido es la política educativa. Los méritos académicos se han visto comprometidos por la prioridad  ideológica. Este factor influye desde la propia selección del aspirante a cadete hasta la orientación de las distintas asignaturas. La disminución de la calidad educativa empieza a influir en la capacidad profesional.
No es fácil de prever cuál va a ser la actuación de la Fuerza Armada el 7 de Octubre. Dos visiones de sociedad se enfrentan sin que existan posibilidades de alcanzar un acuerdo. La decisión de Hugo Chávez de imponer una hegemonía política, sin ninguna posibilidad de diálogo, lo impide totalmente. Esa profunda división también existe en la Fuerza Armada. Dos visiones se enfrentan con la discreción en que ocurre ese tipo de luchas en las organizaciones cerradas y jerarquizadas. Una, que aspira preservar los valores profesionales tradicionales en nuestra Fuerza Armada; otra, que espera seguir obteniendo beneficios personales del ejercicio del poder, con las consecuencias históricas que ese tipo de actitud  trae. Hugo Chávez ha buscado debilitar esos tradicionales valores militares, pero en realidad no ha tenido el éxito esperado.
Al inicio de la conferencia señalé que las actuaciones militares, algunas buenas, otras malas,  siempre tenían en  nuestra historia un  conjunto de características comunes. Tratemos de establecer si existen actualmente  algunos elementos objetivos para determinar si hay reales posibilidades de que la Fuerza Armada tenga el 7 de octubre una actuación independiente de la autoridad presidencial.  Una primera  constante de esas crisis son los sorprendentes vasos comunicantes que siempre han existido entre la sociedad venezolana y los cuadros militares. Esa característica nos diferencia de todas las demás fuerzas armadas de la América Latina. El esfuerzo que ha hecho Hugo Chávez para someter a los cuadros militares a un proceso de ideologización, no ha logrado romper esos  tradicionales vasos comunicantes de la Fuerza Armada con la sociedad venezolana.
Esta estrecha vinculación entre Fuerza Armada y sociedad civil es fácil de comprobar. Si observamos con algún detenimiento la tendencia existente en los cuadros miliares  de inscribir a sus hijos  en colegios privados, casi siempre religiosos, debemos concluir que de manera  natural  se establecen estrechos vínculos de amistad con los padres de los compañeros de sus hijos. En los colegios privados existe una marcada tendencia antichavista. Es muy difícil  que en la actual situación nacional, caracterizada por una intensa politización y una marcada tendencia de los jóvenes a conversar sobre los problemas nacionales, no se discuta sobre las elecciones del 7 de Octubre. El fortalecimiento de la candidatura y la juventud de Henrique Capriles  hacen que su figura genere una natural simpatía entre miembros de una misma generación.
Una segunda constante de las crisis militares en Venezuela es la coincidencia entre los valores de los integrantes de la Fuerza Armada y los que caracterizan a la clase media. El origen social de los cuadros militares es muy diverso, pero al recibir una  formación universitaria en los distintos institutos militares obtienen un nivel cultural que crea en todos sus integrantes, sin importar su origen social, valores de clase media que  se expresan de muy distintas maneras.  Una forma muy simple de detectarlos es observando las ambiciones de mejoramiento social de los cuadros militares, sus gustos, las aspiraciones que tienen para sus hijos y hasta el nivel cultural de sus amigos y relacionados. El descontento existente en la clase Media en un momento histórico se transmite a la Fuerza Armada. Esa circunstancia debe repetirse el 7 de Octubre.
Una tercera  constante en las crisis militares venezolanas es la coincidencia entre la existencia de una crisis nacional surgida por distintas causas de orden  político, económico y social y  un creciente descontento militar por razones profesionales internas. Venezuela tiene trece años en medio de un delicado enfrentamiento nacional surgido por la decisión de Hugo Chávez de imponer una hegemonía política e impedir el surgimiento de un verdadero sistema  pluralista. Para colmo, su ambición de poder lo ha conducido a violar el principio constitucional de la alternabilidad  republicana e imponer su nueva candidatura presidencial. Sorprendentemente, los amplios sectores democráticos venezolanos no se han rendido, al mantener con gran firmeza sus banderas de lucha casi desde el  inicio del régimen chavista.
En la Fuerza Armada Bolivariana existe un profundo descontento. No es posible someter a una organización como la Fuerza Armada  a una alteración permanente, modificando en menos de seis años por cuatro veces su ley orgánica, sin que tenga un efecto interno realmente delicado. Entre las principales causas del actual descontento militar se perciben claramente las siguientes: la marcada politización que tienen  los ascensos y la asignación de cargos; el fortalecimiento de la Milicia Bolivariana; el debilitamiento de las distintas Fuerzas; la manera equivocada como se aplicó la creación de la categoría de oficiales técnicos y de oficiales de tropa; la creación del oficial de milicias que permite a jóvenes sin mayor formación pertenecer a  los cuadros militares y el incremento del tiempo de permanencia en cada grado militar.
 Una causa que produce un gran malestar son los ascensos  al grado de general de Brigada de oficiales que no prestan servicio dentro de la organización militar, sino que se encuentran en comisión de servicio desempeñando altas funciones públicas. Estos señalamientos van acompañados con severas críticas  por el alto nivel de vida que muestran, ante sus propios compañeros, algunos oficiales que se encuentran desempeñando funciones públicas no militares.  El señalamiento de la existencia de hechos de corrupción ha empezado a ser la comidilla normal en las conversaciones dentro de las instalaciones militares, en las cuales se señalan la adquisición por algunos oficiales de viviendas en urbanizaciones privilegiadas en Caracas, la utilización de vehículos muy lujosos y los permanentes viajes al exterior de vacaciones.
Una cuarta constante en las crisis militares venezolanas ha sido la formación de grupos, normalmente constituidos por oficiales pertenecientes a promociones cercanas generacionalmente. La crisis militar de 1945 fue producto de las ambiciones naturales de la generación egresada de los Institutos militares entre los años 1925 y 1935; la  de 1958 fue generada por  las promociones egresadas entre los años de 1940 y 1950; la de 1992, por las promociones egresadas entre los años 1974 y 1984. Actualmente esa generación que tuvo como líder fundamental a Hugo Chávez ha pasado al retiro en un número muy importante. Una nueva generación, la egresada en los años 1985 y 1995  ha empezado a alcanzar los grados medios y superiores. El ascendiente en esa nueva generación de Hugo Chávez es prácticamente inexistente.
El 7 de Octubre va a ser uno de los momentos más complejos y trascendentes de nuestra historia. Es muy difícil prever cómo se van a desarrollar los acontecimientos ese día. De todas maneras, existe un conjunto de indicios que pueden permitir establecer algunas hipótesis de lo que puede ocurrir. Uno de esos indicios es el indiscutible fortalecimiento de la candidatura de Henrique Capriles. Esta realidad, más la percepción existente de que la popularidad de Hugo Chávez no aumenta, son dos elementos que indican con claridad que la competencia electoral va a ser muy reñida, con reales posibilidades de un triunfo de la oposición. La guerra sucia que ha iniciado el comando “Carabobo” muestra un elevado grado de desesperación y muy poca consistencia democrática. Este indicio también señala cierta tendencia a desconocer los resultados.
Si al mismo tiempo analizamos los permanentes mensajes de Hugo Chávez  a la Fuerza Armada en distintos actos oficiales: “la oposición democrática es la antipatria y sus integrantes odian y desprecian a los militares” y los vinculamos con la campaña  desarrollada por el gobierno nacional que busca convencer a la opinión pública nacional e internacional, a través de encuestas amañadas, de un seguro triunfo de Hugo Chávez, por más de veinte puntos, y  de que la oposición democrática desconocerá el resultado electoral,  tenemos que aceptar que la situación que vivirá Venezuela ese día es realmente muy complicada. Es verdad, que Ramón Guillermo Aveledo, ha declarado recientemente que la oposición se encuentra realmente preparada para enfrentar cualquier intento de fraude electoral. Estoy convencido de que esta es la verdad.
Yo no me refiero a un fraude electoral en las urnas. El esfuerzo de la oposición es indiscutible. Su organización se observa eficiente y con una gran motivación. El resultado lo tendremos a las pocas horas. Estoy planteando una patada a la mesa como ocurrió en las elecciones de 1952. Esa misma pregunta se la hicieron a Henrique Capriles. No dudó en responder: “Si tenemos más votos, lo dirán las actas, ganamos las elecciones. Si el CNE quiere darle una patada a la mesa y decir que no acepta, eso es un golpe de Estado. ¿La Fuerza Armada va a aceptar eso?” He demostrado durante mi corta intervención la existencia  de  un conjunto de factores en la Fuerza Armada Bolivariana que muestran lo impredecible de su manera de actuar durante las elecciones. De todas maneras, estoy convencido que la presión popular influirá decididamente en su actuación.
En la Fuerza Armada existen distintos grupos que, como en toda organización cerrada y jerarquizada, conviven y se vinculan permanentemente. Actualmente se observan tres grupos. El primero, el más notorio sin lugar a dudas, es el comprometido ideológicamente con el chavismo; el segundo, ideológicamente antichavista, que se origina por el rechazo a las transformaciones contrarias al profesionalismo militar realizadas por Hugo Chávez. El tercero, el más numeroso, son oficiales sin mayores inquietudes en el orden político y social,  realizan su trabajo con eficiencia e idoneidad profesional. Justamente, ese grupo será el decisivo el 7 de Octubre. Si se forma, como  está ocurriendo, el sentimiento nacional que el triunfador es Henrique Capriles, difícilmente la Fuerza Armada se comprometerá en un fraude electoral.
El destino de la Fuerza Armada vive un trascendente reto. El comportamiento que mantengan sus cuadros durante el 7 de Octubre marcará un hito en su historia. Si sus miembros cumplen cabalmente con lo establecido en la Constitución de 1999 al mantener una actitud que demuestre ante los venezolanos que la Fuerza Armada está al servicio de la Nación y no de una persona o parcialidad política fortalecerá su credibilidad y prestigio social. Este reto no es sencillo. El abuso de poder del régimen de Hugo Chávez ya es un distorsionador permanente de la voluntad popular. La amenaza de que en Venezuela puede estallar una guerra civil si gana Henrique Capriles es más fanfarronería que realidad. La oposición es garantía de paz social. Existirán  presiones de todo tipo para desviar el comportamiento institucional de la Fuerza Armada: respetar y hacer respetar el resultado electoral es el único camino.
Conclusiones
1.   No es fácil determinar la actitud de una fuerza armada en una crisis política y social;
2.   En todas las actuaciones históricas de la Fuerza Armada Nacional se observan las siguientes características comunes:
·        Sorprendentes vasos comunicantes entre la sociedad civil y los cuadros militares;
·        Coincidencias entre un particular descontento militar y una profunda crisis social y política;
·        Similar forma de pensar entre los cuadros militares y la clase media venezolana;
·        Tendencia a la formación de grupos dentro de los cuadros militares.
3.   Hugo Chávez ha sometido a la Fuerza Armada a un proceso de alteración de sus valores tradicionales y de su organización mediante las sorprendentes reformas de la Ley Orgánica de 2005. 2008, 2010 y la muy reciente de 2011;
4.   La nueva doctrina militar, pomposamente llamada Defensa Popular Generalizada, ha presentado importantes contradicciones al no lograr armonizar la estructura administrativa de la Fuerza Armada y su apresto operacional con ese tipo de guerra,
5.   No es fácil prever cuál  va a ser la actuación de la Fuerza Armada el 7 de octubre.
6.   En el seno de la Fuerza Armada existe una profunda división. Dos visiones se enfrentan con la discreción en que ocurren esas luchas en las organizaciones cerradas y jerarquizadas. Una, que aspira preservar los valores profesionales; otra, que espera seguir obteniendo beneficios personales del ejercicio del poder;
7.   Existen actualmente algunos elementos objetivos que permiten prever una actuación de la Fuerza Armada independiente  de la autoridad presidencial si se plantea un desconocimiento al resultado electoral;
8.   Existe una importante coincidencia entre la crisis política, social y económica que vive Venezuela y un creciente descontento militar;
9.   Las principales causas del descontento militar son: la marcada politización que tienen los ascensos y la asignación de cargos; el fortalecimiento de la Milicia Bolivariana; la manera equivocada que se aplicó la creación de los oficiales técnicos y de oficiales de tropa; la creación de los oficiales de Milicia y el incremento del tiempo de servicio en los grados militares.
10.       Existen algunos claros indicios de que puede estarse preparando un fraude electoral. No me refiero  a un fraude en las urnas, sino a un desconocimiento del resultado electoral. Henrique Capriles respondió al respecto: “Si tenemos más votos, lo dirán las actas, ganamos las elecciones. Si el CNE quiere darle una patada a la mesa y decir que no acepta, eso es un golpe de Estado. ¿La Fuerza Armada va a aceptar eso?” Estoy convencido que no.  

Bibliografía
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