17 ago 2001

El retorno a su divisa

El retorno a su divisa

Enrique Prieto Silva
Viernes, 17 de agosto de 2001

Gran distancia separa lo virtuoso de lo ingrato, aunque en cualquier momento pudieran calificarse de antónimos. Sin embargo, en el acontecer sexagenario de nuestra Institución, vivimos la experiencia que emula al ave fénix, siempre con un renacer para perdurar en las diatribas. Más fuerte que el odio o más dura que el temple del acero. Es la hechura de sus hombres y mujeres actuantes como orfebres, quienes sin mezquindad histórica, con acierto y empeño, han logrado macerar, cual joya patria, un orgulloso nombre que tiene como divisa el honor: la “Guardia Nacional de Venezuela”.

Oda, loa o apología. Un sentido canto panegírico aflora en nuestros labios, cuando queremos gritar y elevar al cielo una plegaria irritada, aunque sin morbo y sin sentimiento inamistoso pero con recelo; y solo podemos oír y callar sin otorgar, en espera de la racionalidad que dan el tiempo y el convencimiento. A más de medio siglo de su luz, a sesenta y cuatro años de su nacimiento, los guardias y la Guardia, nos movemos en una vida institucional que se nos ha hecho apretujada, quisquillosa y hasta mezquina.

Se ha acometido a la Institución en un sin sentido organizacional, desviando su fin primigenio y fundamento natural constituyente de un cuerpo similar a la Guardia Civil de España, para ubicarla como parte o componente del ente militar del país. Idea que no es mala vista en el sentido del prestigio institucional, pero que en la interpretación evolutiva, jurídico y organizativa, le cercena la autonomía y el sentido civilista de su misión primaria, sometiéndola al devenir genérico de la Fuerza Armada, organización fundamentada en su preparación para la guerra.

La Guardia Nacional como componente estructural de la Fuerza Armada no es como se piensa, un logro institucional, aunque deseado por muchos, sino todo lo contrario, es su militarización y con ella la de su complejo funcional, en un momento histórico cuando el mundo avanza hacia la civilización de las Fuerzas Armadas.

Lamentablemente, se pierde el sentido institucional que quiso dársele en la nueva Constitución, al crearla como ente constitucional, cuando la diluye dentro del ente Fuerza Armada como cuota parte. Fue un flaco servicio el que prestaron los ideólogos constituyentes con su acción aparentemente mezquina, que no solo perjudica a la Institución Armada como un todo, sino que por ignorancia, crearon una norma que le asigna a la Guardia Nacional un rol difícil de interpretar por las dos connotaciones que, en los llamados tiempos de paz y de guerra tiene el concepto de “orden interno”. En esa norma, se le restringe su participación como componente militar y, a la vez, se le sustraen sus funciones de policía administrativa y de investigación penal contenidas en un cúmulo orgánico legal, para empaquetarlas en una irracional función común de la Fuerza Armada, que la retrotrae al momento y situación histórico-político que originó su creación.

Pero esto no fuera grave, si no se intentara desviar el cumplimiento de sus funciones específicas hacia lo general o común, dando relevancia a lo militar en desmedro de las funciones policiales, que constituyen y siempre constituirán el fin único de justificación institucional de la Guardia Nacional. Pareciera que los entes del poder nacional solo vieran la coyuntura como el fundamento político nacional, olvidando que las hechuras constitucionales del Estado siempre se erigen para la eternidad.

En sus 64 años, con o sin sentido, la Guardia Nacional –“Centinela Permanente de la Patria” como se le ha calificado- ha recibido el embate político por su rebeldía, ya que siempre ha estado del lado del Derecho. Esto, antes que amilanar a sus “centinelas”, les ha creado una coraza atemperada institucionalmente con mística y desprendimiento, en el entendido que, cualquier reclamo de la comunidad o de sus instituciones debe ser recibido con aplomo y entereza, aceptándolo como un deber, sin que pueda en ningún caso desechar tal crítica por capricho o por interés personal, pues esa coraza con la cual ha sido dotado el GN, no es para esconderse en ella, ni para utilizarla como escudo en un enfrentamiento que permita rechazar las ideas y las opiniones mediante el poder de la fuerza, o el engaño justificado como excusa, sino para soportar sin desmayar en su misión institucional, que no ha cambiado desde su creación y, mucho menos puede cambiar por caprichos.

El “SEXAGÉSIMO CUARTO ANIVERSARIO”, imbuida en un momento histórico sin precedentes, es un escenario pertinente para la reflexión inofensiva pero sincera, que nos retrotrae a las diatribas contra institucionales que no podemos olvidar, cuando se piensa en lo que se ha dado en llamar la “refundación” de la Guardia Nacional, que podemos llamar también “el camino hacia lo posible dentro de lo imposible”. Un anhelo tal vez sin sentido, que debiéramos desviar o cambiar hacia un “retorno” al pasado institucional, actualizado al presente. Bien pudiéramos llamarlo una modernización o una revolución para resurgir emulando de nuevo al ave fénix.

Esperamos y ojalá que así sea, que el primer lustro del nuevo siglo y del milenio que vivimos se transforme en tiempo de la racionalidad, para sentir la fortuna y la alegría del presagio.

Un aniversario es tiempo de historia y de revivir. La visión de Rufino Blanco Fombona en 1936 -para la época presidente del Estado Miranda- al sugerir al general Eleazar López Contreras la creación de un cuerpo similar a la Guardia Civil española, marca el origen de la Institución, que como su análoga asumió el lema “El Honor es su Divisa”. Mientras este lema exista en función del mismo ideario de 1937, será vigor para revivir a la Guardia nacional con el calor de sus pioneros.