LA MUERTE DE MÓNICA SPEAR
EDDY BARRIOS
Algunas personas se han quejado de la exagerada cobertura que, a su juicio, le han dado los medios al asesinato de la artista Mónica Spear y yo creo que están errados.
Todos los seres humanos valemos igual y la pérdida de cualquiera de las vidas de cualquiera de nuestros ciudadanos les duele a sus familiares y a la nación por igual y merecen todas igual respeto; pero, no es menos cierto que los artistas y deportistas conforman un género muy especial, especialmente aquellos que son muy buenos en sus papeles, en sus deportes, en sus roles televisivos o en las películas en las que protagonizan caracteres íconos de nuestra cultura.
Ellos son rol model que los jóvenes tratan de emular o sirven de target para los mecanismos psicológicos de identificación, para la superación de conflictos o para evitar caer en complejos. Uno compra un CD de un cantante, al identificarse con su voz y sentimiento, porque uno no puede cantar como él y en su subconsciente siempre lo quiso hacer.
Por ejemplo, uno ve en la calle a un ancla de algún canal y lo siente como si fuera amigo de uno de toda la vida. Es que ellos entran en nuestra casa todos los días por esa pantallita y se convierten en miembros virtuales de nuestras familias. ¿Qué decir de los artistas de las telenovelas?
¿Uds. imaginan encontrarse con el ciudadano Leopoldo Castillo en un restaurante? ¿Qué decir de aquellos quienes sin conocer de vista y trato, por ejemplo, al No.1, Renny Ottolina, QEPD, se hubieran encontrado con él en una playa y haber compartido con él, gracias a que - por alguna feliz coincidencia fortuita - él lo hubiera aceptado en su círculo familiar? Pasarían años y esa persona contaría ese encuentro como una hazaña personal de su vida.
Es decir, todas las vidas valen igual; pero, lo que interesa en este caso es cuántas personas conocieron al occiso y no cuán importante éste era. En el caso de Mónica y el de cualquier otro icono de las artes, deportes o farándula en general, es que ella le llegó al corazón de cientos de miles, quizás millones de personas y su imagen se anidó en el corazón de sus fan, porque ella interpreto tan magistralmente bien su personaje en la novela LA MUJER PERFECTA, que la gente trasladó a su persona la compasión que se siente por un autista.
Cuando muere una persona cualquiera, si uno se entera, la solidaridad y compasión es la misma; pero, cuando muere uno de esos íconos populares, lo siente un universo de personas mayor, hasta se constituye en noticia para todos los venezolanos y su muerte puede trascender al mundo, como ha sido el caso de Mónica. Los diarios de todo el mundo están reflejando la conmoción que su muerte ha causado dentro y fuera de su país de origen.
No podemos estar sino muy de acuerdo con quienes alegan que en Venezuela eso ocurre a cada rato. Recordamos, entre mucho casos, a la bailarina principal del ballet Bolshoi en una calle de Barquisimeto, el asesinato del turista y navegante francés Yves Le Brass de 53 años en Margarita, éste se encontraba en el bar del hotel Laguna Mar, cuando dos hombres armados ingresaron para atracarlo y, así como esos, muchos otros casos de personajes conspicuos o no de nuestra sociedad, quienes día a día completan una larga lista de asesinatos. Lo triste es que las estadísticas revelan que de 100 casos, sólo 8 terminan con sentencia firme. Un altísimo porcentaje de impunidad judicial que nos debería avergonzar.
SI esos porcentajes son ciertos, no importa cuán buenos sean, como son, los órganos de seguridad ciudadana que actúan, si el sistema judicial no cumple a cabalidad su trabajo y peor aún, si el estado no toma las acciones para analizar a fondo las causas multifactoriales y estructurales que producen el fenómeno y las atacan, precisamente, con sentido de estado y no como una mera táctica de sobrevivencia política o de estrategia electoral.
Las cifras de muertes, sean verdaderas o maquilladas, son espeluznantes. Dejan al descubierto una realidad de seguridad ciudadana en nuestro país, la cual no se puede seguir tapando con un dedo; mucho menos, tratar de soslayarlas o difuminar su impacto en nuestra sociedad. SI bien es cierto que no debe ser politizada por los opositores; peor aún, no deben ser politizadas en primer lugar por los gobernantes