Murió la revolución bolivariana
Enrique Prieto Silva
Jueves 18 de abril de 2013
Pareciera una terquedad, querer dar vida al fenómeno "chavista" llamado "revolución", tratando de imponerlo como el deseo del difundo expresidente Chávez, quien lo denominó "bolivariano" y dio vida al llamado "socialismo del siglo xxi". Algo que aún no se entiende, ya que, si bien la revolución, en principio, comprende un cambio violento en el gobierno y en las instituciones del Estado, es una innovación trascendental, que involucra lo político, lo económico y lo social, para la modificación del orden existente.
Las revoluciones son consideradas contrarias a las normativas constitucionales o jurídicas, ya que su acción atenta contra el statu quo, investido éste de legalidad, y no entendemos esta estupidez del difunto, que caprichosamente, como la mayoría de sus actos, amaneció con una ocurrencia, para poner nombre "heroico" a su mandato presidencial, que obtuvo mediante el engaño de su hábil perorata y su gran habilidad de ilusionista. Así surgió el "proceso", "proyecto" y toda una sarta de necedades políticas, que fueron tomadas por su séquito para mantenerse en el poder, a pesar de su ineficiente desempeño. Toda una fortuna para este mandato histórico, pero una desgracia para el resto de venezolanos, que nunca vieron con buenos ojos al "comandante" y tuvieron una acertada visión del engaño.
Los estudios nos indicaron, que a pesar de la "infantil enfermedad socialista" del "comandante" y el basto servilismo de sus sumisos adláteres, el "proceso" se les transformó en un intento de cambio o transformación violento, chocante con el concepto de Estado establecido en la Constitución. Es por lo tanto, un hecho inconstitucional, que tenía que terminar en fracaso desestimado, como lo hemos venido observado y enfrentando en el transcurso de estos 14 años. Sin dudas, su énfasis se mantuvo con la efervescente vida del difunto, pero con l desaparición de éste, comienza a cumplirse la premonición del fin del "chavismo", que ha ido desapareciendo lentamente, hasta su disloque en las elecciones pasadas, cuando la certera campaña de Capriles demostró a los que se creyeron intocables del entorno, que el vacío discurso del difunto era la coraza que les permitía su fracasado desempeño y su enriquecimiento desmedido, que ha llevado al país al precipicio y a la quiebra económica, con una sociedad dividida en dos trozos iguales, que tienen visiones drásticamente diferentes y divergentes; llevadas por un temible camino de enfrentamiento, articulado por la inexperta e incapaz actitud del proclamado presidente electo de la República, quien pudo aprovechar precariamente su herencia del fenecido Chávez, sin percatarse de la cuesta que debe remontar, sin contar con su protector responsable, quien siempre sumía la culpa, en la creencia de su poseer un mítico encanto.
No hay dudas. La muerte de Chávez, no solo deja un vacío socio-político de fracasos, sino que, sin imaginárselo ni él ni sus seguidores, son sepultureros del engendro revolucionario bolivariano. Lo dijimos muchas veces, "sin Chávez no hay chavismo", por fortuna y por suerte, aunque lamentablemente, pareciera que tendremos de presidente a un personaje cuya capacidad ideadora requiere necesariamente de las ideas de otros. Ojalá escuche a hombres y mujeres capaces y letrados, que lo doten de sus carencias, y que entienda que su gobierno no es la tribuna del césar, sino la primera representación del pueblo.
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