Caldera y Maduro
Enrique Ochoa Antich
A primera vista, nadie dirá que hay semejanzas. Voy a demostrar aquí que sí las hay, guardando -claro- todas las distancias. Me refiero a las que hay entre el segundo gobierno de Caldera y éste de Maduro, en particular en cuanto tiene que ver a sus políticas económicas, a la implementación de las reformas necesarias y a su oportunidad.
Caldera y Maduro heredaron ambos serias dificultades económicas. Veamos.
El segundo gobierno de Caldera, debido a toda la incertidumbre política en que sumió al país la torpeza con la que el segundo gobierno de Pérez implementó medidas de reforma política y económica sin duda necesarias, hubo de enfrentar principalmente una crisis bancaria de enorme magnitud. Luego de la intervención del Banco Latino, un tercio de la banca privada literalmente se desplomó. Representaba entre el 40 y el 50 % de todos los depósitos del sistema bancario. Antes y durante la crisis, se produjo una masiva fuga de capitales (calculada en 4.000 millones de dólares en tiempo muy breve) y una caída de las reservas internacionales que hizo necesario que el gobierno impusiera un control de cambio. Todo lo cual condujo a una contracción del PIB del 3 % y de la demanda agregada del 4 %, y una tasa de inflación del 70 %. El control de cambio estableció para julio de 1994 un tipo de cambio de 170 bolívares por dólar, pero para diciembre de 1995 se produjo una nueva devaluación de la moneda del 70 % situando el tipo de cambio en 290 bolívares por dólar (es decir, 0,29 BsF de hoy día).
Es verdad que casi sentimos nostalgia de aquellos tiempos no porque antes estuviésemos bien y hoy mal (soy enemigo militante de aquella malhadada frase según la cual "antes éramos felices y no lo sabíamos") sino porque antes estábamos mal, incluso muy mal, pero es evidente que hoy andamos peor, mucho peor. Sólo piénsese que, con control de cambio y todo lo demás, hemos pasado de 500 bolívares por dólar en 1998 a 200.000 Bs de entonces según el cambio oficial reconocido en Simadi y a 400.000 en el mercado negro, y, según admiten los más reputados economistas del país, a 30 o 40.000 bolívares por dólar en el mejor de los casos si se estableciese un régimen de cambio único. Porque si todo lo comparamos a ésos que llaman fraudulentamente Bs F (dizque fuertes), tendríamos que decir que -después de los arqueológicos tiempos pre-83 del 4,30 que a Bs F son 0,0043- para 1995 el dólar estaba a 0,29 y en 1998 a 0,5 Bs y hoy a 200 o 400 o en todo caso a 40 si se unificara el tipo de cambio y que es tal vez el que expresa el estado real de la economía: su productividad, su desarrollo, sus problemas. Es decir, en el mejor de los casos habríamos pasado en 15 años de 0,5 x $ a 40.
Toda la dramática situación descrita en el primer párrafo nos condujo a Gustavo Márquez y a mí, en nuestra condición de Presidente y Secretario General del MAS respectivamente (aquel MAS que aún era de los buenos tiempos), partido de gobierno, a llevarle al presidente Caldera en diciembre de 1994, y entregarle en sus manos en su despacho de Miraflores, un documento escrito en que proponíamos dos líneas de acción básicas a partir de ese mismo mes: una, llevar adelante con resolución la reforma política constitucional que había sido bandera de Caldera por años, considerando incluso la posibilidad de convocar una Asamblea Constituyente; otra, impulsar sin temor la reforma económica que el país pedía a gritos, sugieriéndole que ella comenzara por la liberación del control de cambios y un aumento sensible en el precio de la gasolina. En mi caso personal, varias veces exigí públicamente un plan semejante llegando a plantear si no la salida del MAS del gobierno. Llegué a decir dirigiéndome a Caldera en un discurso partidista y en su presencia: "Sea el primer presidente de la nueva Venezuela y no el último de la vieja": sabemos lo que pasó. Por temores que el propio Caldera reconoció explícitamente incluso en el momento mismo en que las anunció, el gobierno de entonces atrasó esas reformas ¡hasta mediados de 1996!, por supuesto a un costo social y político mucho mayor, lo que lo hizo ser el único gobierno de toda nuestra historia republicana democrática que hubo de terminar su gestión sin beligerancia alguna en las elecciones presidenciales siguientes (sin candidato) porque sencillamente no tenía cómo.
Sostengo que Maduro, en 2014, tuvo el mismo dilema que Caldera para aquel diciembre de 1994 cuando Márquez y yo le entregamos en sus manos la propuesta formal de acometer las reformas políticas y económicas que el país requería. Así tuve ocasión el año pasado de decírselo y escribírselo a numerosos amigos chavistas, entre ellos ministros y parlamentarios. Si este gobierno, admitiendo que la crisis que heredaba se debía a las absurdas y erradas políticas económicas -de controles, estatistas, centralistas, populistas- de Chávez (eso que llaman su "legado"), impulsa en 2014 las medidas de reforma económicas que ya a estas alturas son casi consensuales: levantar los controles, establecer un cambio único, incrementar el precio de los combustibles, reprivatizar algunas empresas innecesaria y absurdamente estatizadas, etc., etc. (como incluso algunos de sus jerarcas llegaron a proponer), no tengo la menor duda de que sí, habría pagado un costo social y político elevado ese año, tal vez llegando entonces a la inflación del 100 % que ya se admite como un mínimo para este año, pero el país no habría conocido el dramático fenómeno de la escasez y el desabastecimiento, de las colas, y de una amenazante híperinflación, y tal vez para 2015 el índice de precios al consumidor -como ocurrió con Caldera II al año siguiente de las reformas impulsadas por Teodoro Petkoff- ya habría bajado (a niveles seguramente altos en el contexto mundial pero seguramente de un tercio del que fatalmente afectará a los venezolanos este año, y más aún a los más pobres). Y el chavismo estaría aproximándose a estas elecciones parlamentarias con posibilidades ciertas de ganarlas y no, según dicen todas las encuestas, con 20 puntos de desventaja.
¿Será difícil comprender que si usted establece por tantos años un control de precios y tres lustros depués tiene una inflación siempre creciente de más del 100 % y establece un control de cambio y -en el mejor de los casos- la relación Bs/$ pasa de 0,5/1 a 40/1 significa que su política ha fracasado? El chavismo más lúcido debería sacar las lecciones del caso pues en ello se juega su supervivencia con fuerza social y política.