25 jul 2013

Elecciones o golpe de Estado

Elecciones o golpe de Estado

Fernando Ochoa Antich.

Caracas, 15 de julio de 2013

Introducción

Venezuela vive una compleja y sorprendente situación política. Durante 14 años, Hugo Chávez logró transformarse en el centro de la vida nacional. Todo giraba alrededor de lo que él decía o hacía. Logró, de una manera no fácil de explicar, una absoluta compenetración con amplios sectores populares que le permitieron mediante el uso del dinero de PDVSA, argucias en el CNE, y mucha astucia política para el engaño, ganar varias elecciones presidenciales. Curiosamente, este inmenso poder no se transformó en una verdadera hegemonía política, ya que siempre hubo un amplio sector nacional, que oscilaba entre 45 y 51 %, que le hacía cerrada oposición. De todas maneras, ese límite, no le impidió controlar totalmente el poder político y económico del país.

Ese inmenso control lo logró violando descaradamente la Constitución Nacional de 1999, cada vez que tuvo necesidad de hacerlo. Aprovechó, con gran sagacidad, la desobediencia militar del 11 de abril de 2002, la huelga general de diciembre de ese año y la derrota de la oposición en el Referendo Revocatorio del 15 de agosto de 2004 para penetrar los dos factores de poder fundamentales de Venezuela: la Fuerza Armada Nacional y Petróleos de Venezuela. Posteriormente, irá progresivamente controlando todos los poderes públicos. Curiosamente, en el momento que parecía que todo estaba bien encaminado fue derrotado en una consulta popular que buscaba reformar la Constitución de 1999. A partir de allí, se va a iniciar un progresivo debilitamiento del chavismo.

Lamentablemente, ese progresivo debilitamiento no pudo ser aprovechado por la oposición democrática para derrotarlo electoralmente, debido a que el inmenso poder que había concentrado le permitió escamotear las elecciones utilizando un exagerado ventajismo. El azar interviene en la historia de una manera impredecible. Hugo Chávez falleció en pleno ejercicio y abuso del poder, interrumpiendo la consolidación del proceso revolucionario. El impacto político de su muerte hay que analizarlo con particular detenimiento. El primer aspecto, es lo inesperado. No es el caso de Juan Vicente Gómez o de Francisco Franco que prepararon con suficiente tiempo la transición. Lo segundo, es que el régimen chavista giraba exclusivamente alrededor de su figura carismática y narcisista.

Estos dos aspectos van a influir en la actual situación política de una manera determinante. Ninguno de sus seguidores podía ocupar, por si mismo, el vacío dejado por la figura de Chávez. Esa realidad presenta un conjunto de incógnitas no fáciles de resolver, pero que influirán decisivamente en los futuros acontecimientos nacionales. Uno de ellos es la natural molestia que debe de haber ocasionado la escogencia de Maduro en los miembros de la logia militar del 4 de Febrero. El debió ser visto como un advenedizo, aunque era tal el temor a un señalamiento de Chávez que los pudiera incriminar en algún delito, que fue aceptado sin ningún rechazo. Lo que si debe haber generado una mayor resistencia fue el resultado electoral que mostró la debilidad del carisma de Maduro.

Otro aspecto a considerar es la veracidad o no del rumor de que existe un enfrentamiento entre el llamado sector militar del chavismo, encabezado por Diosdado Cabello, y el sector considerado civil pro cubano dirigido por Nicolás Maduro. Ese enfrentamiento parecía que iba a ser decisivo en los acontecimientos políticos. En la realidad, no fue así. Maduro ha logrado ir legitimándose progresivamente dentro de su partido, desarrollando, al mismo tiempo, una ofensiva internacional de contactos con jefes de Estado que ha tenido un efecto interno de cierta importancia. El impacto popular del cuestionamiento de Henrique Capriles sobre la legitimidad de las elecciones se ha ido debilitando al continuar retardando el TSJ la decisión correspondiente.

Estos aspectos favorables a la estabilidad del gobierno de Maduro se ven comprometidos por la profunda crisis económica y social, que se manifiesta en permanentes manifestaciones de protesta motivado al incremento en el costo de la vida, la escasez de productos de primera necesidad, la creciente inseguridad, la crisis de vivienda, los problemas laborales y estudiantiles y pare usted de contar…También influye en la imagen de Maduro la imposibilidad que ha existido de transformar en un mito, por más que se han hecho consistentes esfuerzos, la figura de Hugo Chávez. Un factor que debe considerarse como muy importante en el desenvolvimiento futuro de la situación política es el esfuerzo que ha hecho la oposición para preservar la unidad.

De todas maneras, aun reconociendo el fortalecimiento del régimen de Maduro, la magnitud de la crisis indica que Venezuela se encuentra en una compleja situación que puede comprometer su estabilidad.. En nuestra historia, circunstancias similares a las que actualmente vive nuestro país han originado intervenciones militares justamente por haberse interrumpido o no haberse logrado establecer un diálogo constructivo entre los factores en conflicto. De allí la importancia del esfuerzo que ha venido realizando la Conferencia Episcopal y lo grave de la conclusión a la cual llegó en el comunicado final: “la causa fundamental de la crisis nacional es la total pérdida de credibilidad del CNE, que impide la organización de elecciones transparentes y equitativas”

Durante mi exposición trataré de responder la siguiente pregunta: ¿Es posible lograr en el actual régimen venezolano una alternancia republicana mediante la aplicación de los principios y prácticas democráticas?

Dividiré mi conferencia en dos partes. La primera, diálogo entre gobierno y oposición; la segunda, causas de una insurrección militar.

Primera Parte

Diálogo entre gobierno y oposición

El papa Francisco, el Nuncio Apostólico y la Conferencia Episcopal hicieron, durante varios meses, un esfuerzo consistente para facilitar un diálogo entre gobierno y oposición que permitiera superar la grave crisis política que se generó con el desconocimiento que la oposición hizo del resultado electoral y de la legitimidad como presidente de Nicolás Maduro. Lamentablemente, pareciera ser que dichas conversaciones no han logrado consolidarse en un acuerdo suficientemente concreto motivado a la negativa del Ejecutivo de conceder las solicitudes realizadas por los obispos: liberar los presos políticos, permitir el regreso a Venezuela de los exiliados y modificar la constitución del CNE. Definitivamente la Iglesia Católica olvidó los antecedentes del régimen chavista…

Estoy convencido que cualquier intento de negociación con el gobierno terminará en un fracaso similar. La razón es muy clara. El régimen chavista tiene como su objetivo central establecer en Venezuela un régimen hegemónico que no permita la alternancia republicana. Hugo Chávez dio permanentes demostraciones de esta verdad al rechazar nuestro pueblo la reforma constitucional que Hugo Chávez presentó a referendo aprobatorio en diciembre de 2007. En esa reforma, además de establecer el negativo precedente de la reelección indefinida, planteó reformar el artículo 328 de la Constitución Nacional con la finalidad de modificar la esencia de la Fuerza Armada Nacional que establecía la constitución de 1999.

A Hugo Chávez no le importó el rechazo popular para aprobar, mediante una ley habilitante, una nueva Ley Orgánica de la Fuerza Armada el 31 de julio de 2008. Esta ley irrespetaba la Constitución Nacional vigente en varios de sus artículos al fortalecer aún más la tendencia centralizadora del mando en el presidente de la República y crear la Milicia Bolivariana, debilitando el ministerio de la Defensa y los comandos de Fuerzas. Esta nueva ley significó que el chavismo había alcanzado su objetivo de lograr un verdadero control subjetivo sobre la Fuerza Armada, al superar la importante crisis de mando que se había prolongado desde el año 2002 hasta el año 2007, al rechazar el primer intento de penetración marxista.

No satisfecho con los avances logrados en su objetivo de destruir la institucionalidad militar dictó el 2 de febrero de 2010, mediante un decreto ley, una nueva reforma de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada. Esta reforma fortaleció las tendencias observadas en la anterior Ley. Se ratificó la centralización de toda la organización en el presidente de la República, a quien se le concedió el grado de comandante en jefe y mando efectivo sobre las unidades operativas, y en dos grandes comandos: el Comando Estratégico Operacional y el Comando de la Milicia Bolivariana. El ministerio de la Defensa permaneció como órgano rector del sector Defensa sin mando militar. Se mantuvo con mayor amplitud la tendencia a fortalecer la Milicia y a debilitar las distintas Fuerzas.

Además, de estos objetivos generales se dieron pasos definitivos para lograr la maximización del Momento Político Revolucionario dentro de la Fuerza Armada: se creó el oficial de milicia, permitiendo que ciudadanos sin formación militar pudieran formar parte de sus cuadros y optar a cualquier grado militar, a objeto de evitar que los oficiales profesionales continuaran ejerciendo el mando de las unidades de milicia; establecer la posibilidad de que los suboficiales de tropa pudieran ascender a oficiales efectivos; y ratificar la posibilidad de concederles a los suboficiales profesionales de carrera el grado de oficiales técnicos. Esta última medida creó delicados problemas de disciplina. Estas transformaciones han debilitado profundamente la esencia profesional de la Fuerza Armada.

Al anunciar Nicolás Maduro que designaba a un grupo de excelentes oficiales para reemplazar al anterior Alto Mando Militar, yo me hice la ilusión de que eso significaba una modificación en la política militar que conduciría a los miembros de la Fuerza Armada Nacional a encuadrar su conducta en los valores institucionales establecidos en el artículo 328 de la Constitución Nacional. Allí se establece que la Fuerza Armada es “una institución profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación…En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”… Las Fuerzas que la integran son: el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional.

Estos artículos se encuentran estrechamente relacionados con el artículo 2 de la Constitución Nacional, en el cual se establece la esencia de nuestro sistema político al ratificar que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la democracia, la responsabilidad social y la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Este artículo limita realizar cualquier acción de gobierno que intente crear una sociedad socialista, ya que de ninguna manera un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia tiene esa orientación ideológica.

Esta decisión me hizo pensar que el nuevo Alto Mando Militar prohibiría de inmediato la práctica inconstitucional de dar arengas partidistas en los actos militares y que los integrantes de la Fuerza Armada dejarían de saludar utilizando consignas políticas. Sorprendentemente, la almirante Carmen Meléndez, nueva ministro de la Defensa, en lugar de desarrollar un discurso orientado a resaltar valores militares y a analizar los grandes problemas de la Fuerza Armada se dedicó exclusivamente a elogiar a Hugo Chávez y al socialismo del siglo XXI. La respuesta de Nicolás Maduro tuvo mayor gravedad. Irrespetó flagrantemente todas las normas constitucionales que regulan el comportamiento de una Fuerza Armada en una sociedad democrática y pluralista.

Estos hechos ratifican que la estrategia de Nicolás Maduro es continuar politizando a la Fuerza Armada para que esté al servicio del PSUV y de las ideas socialistas. Esta realidad no sólo destruye toda posibilidad de establecer un régimen pluralista sino que claramente impide la alternancia republicana y la posibilidad de un diálogo entre gobierno y oposición. El objetivo de Maduro es el mismo que tenía Hugo Chávez: establecer una hegemonía política que les garantice la permanencia eterna en el poder. El modelo es Cuba. Ciertamente, con las modificaciones que las nuevas realidades del mundo imponen, pero de ninguna manera comprometiendo su permanencia en el poder .Ante esta realidad, a la oposición democrática no le queda sino un camino: la confrontación.

Si la oposición democrática reconoce esta verdad necesita prepararse para poder desarrollar este tipo de estrategia. Las acciones de confrontación exigen mantener la iniciativa de manera permanente mediante acciones ofensivas. Dichas acciones deben ser detalladamente planificadas con la finalidad de mantener un absoluto control del tiempo y del espacio, es decir el momento de realizarse y la forma de hacerlo. Del análisis que hicimos de la situación política concluimos que la crisis económica y social es el punto más débil que presenta, en este momento, el gobierno nacional. Hacia allí debe dirigirse la ofensiva. Es fundamental acompañar la protesta social mediante el respaldo decidido de la oposición y la presencia en dichas acciones de sus principales líderes.

De ninguna manera, una estrategia de confrontación conduce a dejar a un lado el camino electoral. Al contrario, deben vincularse estrechamente dichas acciones con las elecciones municipales y parlamentarias a desarrollarse en diciembre de este año y en el 2014. La protesta social exige la presencia y acción de cuadros medios partidistas de todas las organizaciones políticas que deben vincularse estrechamente con los activistas sociales que organizan dichas manifestaciones para darle una mayor fuerza, pero evitando reemplazar el liderazgo natural de las distintas protestas. Este camino de confrontación genera una consecuencia que debe preverse y valorarse con precisión: una posible intervención de la Fuerza Armada.

Solución democrática o ruptura institucional

La pregunta que nos hemos planteado en esta conferencia, ¿Es posible lograr en el actual régimen venezolano una alternancia republicana mediante la aplicación de los principios, usos y prácticas democráticas?, es sin duda la mayor preocupación que tienen los millones de venezolanos que no simpatizan con el socialismo del siglo XXI. Esa pregunta es difícil de responder, ya que las prácticas democráticas han tenido una corta vigencia en Venezuela, aunque la estabilidad institucional de las últimas décadas las ha fortalecido. Durante el siglo XIX se alcanzó el poder mediante la guerra civil; en la primera mitad del siglo XX a través de golpes de Estado ejecutados por las Fuerzas Armadas Nacionales; en los gobiernos civiles, surgidos después de 1958, mediante elecciones universales, directas y secretas, con la presencia pluralista de distintos candidatos y diferentes partidos políticos.

La larga dictadura gomecista, la aparición del petróleo, el inicio de la profesionalización de las Fuerzas Armadas, la invención de la ametralladora y el empleo de la aviación como medio de combate eliminaron totalmente el caudillismo y las guerras civiles. Cipriano Castro, presidente de la República después del triunfo de la Revolución Liberal Restauradora en 1899, derrotó a la llamada Revolución Libertadora, una amplia coalición de todos los caudillos liberales de ese tiempo dirigida por el general Manuel Antonio Matos, y equipada por varias empresas extranjeras, en la batalla de la Victoria el 12 de octubre de 1902. Posteriormente, Juan Vicente Gómez, al mando de ese ejército, recorrió el país restableciendo la paz y la tranquilidad ciudadana. La derrota del general Nicolás Rolando en la batalla de Ciudad Bolívar, en 1903, pone fin al ciclo de guerras civiles que habían azotado a Venezuela desde 1811.

A partir de ese momento se inicia una nueva tradición en Venezuela: la solución de nuestras grandes crisis históricas a través de rupturas políticas originadas por la intervención de las Fuerzas Armadas Nacionales. La primera manifestación de esa nueva forma de empleo de la violencia para conquistar el poder fue el golpe de Estado que organizó Juan Vicente Gómez, con el respaldo del ejército andino, contra su compadre Cipriano Castro y la última, la desobediencia militar contra Hugo Chávez el 11 de abril de 2002. Durante ese interregno, la Fuerza Armada Nacional se insurreccionó en distintas oportunidades, en algunas tuvo éxito, en otras fracasó, con el objetivo de darle solución a alguna de las tantas crisis históricas vividas por Venezuela durante esos años. Las intervenciones exitosas fueron: el 18 de octubre de 1945, el 24 de noviembre de 1948, el 2 de diciembre de 1952, y el 23 de enero de 1958.

Esas rupturas institucionales han presentado un conjunto de características que es necesario analizar con detenimiento para poder determinar si en este momento, ante la gran incertidumbre que produce la muerte de Hugo Chávez y el desconocimiento de las elecciones presidenciales del 14 de febrero por la oposición democrática, se presentan condiciones similares que pudiesen producir una nueva insurrección militar. Las principales características de esos movimientos militares han sido:

1. Coincidencia de un importante descontento militar con una trascendente crisis política;

2. Incapacidad del régimen imperante en abrir una posibilidad de solución de la crisis política:

3. La existencia de una logia militar con ascendiente sobre una generación militar en particular;

4. Vinculación de algún grupo político con el movimiento militar;

5. Masivas campañas de propaganda, a través de los medios de comunicación, que debiliten el prestigio del jefe del Estado y de su gobierno;

Al analizar los cinco puntos debemos percibir que algunos de ellos no son fáciles de responder. Sólo sería posible hacerlo si se tuviese una información precisa de lo que ocurre internamente en la Fuerza Armada. De todas maneras, hay algunos puntos que se pueden analizar, de una manera general, utilizando la experiencia histórica y el conocimiento que se pueda tener de la manera de ser de los cuadros militares. Venezuela enfrenta una profunda crisis política. No es posible que la muerte de Hugo Chávez y el desconocimiento al resultado electoral no esté produciendo algún tipo de inquietud en la Fuerza Armada, aunque la sorprendente pasividad que se observa en la sociedad venezolana es un factor que limita la magnitud del impacto interno que ese hecho debería producir. De todas maneras, pienso que la grave crisis económica y social irá alterando el normal funcionamiento de la sociedad y a su vez este hecho deberá inquietar a los cuadros militares.

Este aspecto no sería de interés si los cuadros militares se encuentran satisfechos de su situación profesional. Esa pregunta, aunque parece muy difícil de responder, se puede hacer en base a la experiencia personal. Normalmente, siempre hay descontento en los cuadros militares. La razón es muy sencilla. Su estructura es piramidal y los ascensos son siempre muy competidos porque normalmente todos los oficiales cumplen los requisitos formales para obtenerlos. Esto obliga a que la selección sea normalmente subjetiva, produciendo de manera permanente descontento. Lo mismo ocurre con la designación para los cargos. Este difícil problema debe ser en este momento mucho más complejo debido a que el factor político interviene de una manera realmente importante en cualquier decisión. También debe influir en un posible descontento la presencia de oficiales cubanos en posiciones sensitivas en organismos de planificación y de inteligencia. Además, existe un grupo de oficiales que están siendo privilegiados en cargos públicos.

De todas maneras, hay que saber que ese descontento que siempre ocurre en los cuadros no es suficiente para producir una conspiración militar. Se deben dar otros factores para que la inquietud pueda alcanzar ese nivel. Allí intervienen otros aspectos a analizar. El segundo punto es claro. El régimen chavista no está en capacidad de ofrecer una salida a la actual crisis que produce la muerte de Chávez y el desconocimiento del resultado de las elecciones del 14 de Febrero. Nicolás Maduro no tiene suficiente fuerza para hacerlo. En esa situación es muy fácil que surjan ambiciones personales. Allí interviene el tercer factor: ¿existirá una logia militar con suficiente ascendiente sobre los cuadros? Esta pregunta no es posible responderla sin tener suficiente información interna. Eso sí, siempre existen logias militares, grupos de amigos íntimos con absoluta confianza entre sí. La dificultad es que logren tener el ascendiente necesario para liderar un movimiento militar.

Históricamente, las conspiraciones militares tienen contactos con algún movimiento político. Esa característica es muy difícil de determinar, pero realmente no tiene mayor importancia durante la conspiración, pero se transforma en un aspecto decisivo si realmente ocurre el alzamiento. El respaldo de un movimiento civil organizado es fundamental en el momento de constituir un gobierno debido a las pocas vinculaciones que los cuadros militares tienen con la sociedad y con personalidades civiles capaces de figurar en un gobierno provisional. El último punto, no es fácil que ocurra actualmente ya que el régimen tiene un total control sobre los medios de comunicación que son obligados a desarrollar campañas de propaganda. De todas maneras, actualmente hay que tomar en cuenta los modernos medios de comunicación y la facilidad que existe para que corran las noticias y los rumores.

Otro aspecto a considerar en el análisis de la situación militar debe orientarse a comprender cabalmente los grupos internos que existen en toda organización militar. Actualmente, como siempre ha sido, existen tres grupos internos: dos limitados en número, uno totalmente mayoritario. En general los tres grupos se sienten incómodos con la presencia masiva de oficiales cubanos y el asesoramiento, no muy justificado, de oficiales rusos, chinos, nicaragüenses, bielorrusos, brasileros y argentinos.

1. Un primer grupo es el comprometido ideológicamente, o por intereses personales, con el chavismo. Este grupo tiene fuerza en dos estamentos: las promociones que estuvieron bajo el mando de Hugo Chávez en la Academia Militar, que ocupan actualmente altos grados y las nuevas promociones que ingresaron a los Institutos Militares después de 2003.

2. Un segundo grupo, ideológicamente antichavista, que se origina por el rechazo que existe en algunos sectores del estamento militar a las transformaciones que impuso Hugo Chávez para tratar de garantizar la lealtad de la Fuerza Armada.

3. Un tercer grupo, que es mayoritario, indiferente a la política. Realiza su trabajo profesional, desarrolla su vida de una manera cómoda y no tiene mayores inquietudes intelectuales. Ese amplio grupo se inquieta progresivamente al irse incrementando cualquier crisis política, económica y social. trasladándose hacia algunos de los grupos comprometidos con una posición política.

Permanentemente, surgen rumores que colocan en primer plano una solución militar de la crisis que actualmente enfrenta Venezuela. Esos rumores pueden tener dos orígenes: la tradicional y cómoda tendencia de los venezolanos de considerar que las grandes crisis históricas deben ser resueltas por la intervención de la Fuerza Armada o alguna maniobra de los organismos de inteligencia del régimen que buscan crear en la sociedad la ilusión de una inmediata y posible solución que al no presentarse incremente la desmoralización que, desde las elecciones, viene debilitando la capacidad de movilización popular de la oposición. Esta alternativa de ruptura se ve fortalecida en la opinión pública por la poca confianza existente en la solución electoral como consecuencia de las tantas triquiñuelas, tanto electorales como jurídicas, que el régimen ha venido realizando durante estos años.

Esta poca confianza en la solución electoral debe tener una respuesta consistente en la dirigencia opositora que aclare las posibles dudas o al contrario las ratifique claramente con la finalidad de establecer la estrategia a aplicar ante un reto tan complejo. En cualquier análisis que se haga es imposible dejar de considerar que el objetivo del chavismo, como ya se dijo, es crear una hegemonía política que limite la alternancia republicana y la vigencia de un sistema pluralista. La confirmación de esta verdad se encuentra en la creación del Poder Popular y el debilitamiento de la estructura municipal; en el cuestionamiento de la propiedad privada, al conceder al Estado el derecho de expropiar un bien sin sentencia firme ni cancelación inmediata de su valor; las distintas modificaciones de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada que buscan debilitar su apoliticismo y el establecimiento de la reelección indefinida.

Esta realidad política le presenta a la oposición democrática un dilema de compleja solución: escoger entre la vía democrática o la ruptura a través de la fuerza. Las limitaciones que ofrece la vía democrática las he expuesto en los anteriores párrafos. La oposición siempre tendrá que enfrentar un gran ventajismo en todos los campos, no siendo fácil, aunque no imposible, que se reconozca un triunfo electoral que ponga en riesgo la totalidad del poder. Eso sólo podría ocurrir en el caso de que la oposición democrática lograra, en medio de todas las desventajas que presenta la actual situación política, obtener una absoluta mayoría que impidiera cualquier intento a desconocer los resultados o hacer alguna triquiñuela que condujera, ganando las elecciones, a impedir el reconocimiento y a entregar el poder. El momento político actual es favorable para obtener un importante triunfo en las elecciones municipales y parlamentarias.

El camino de la ruptura institucional tiene dos vías posibles: la violencia indiscriminada o el uso institucional de la fuerza. Los venezolanos no están acostumbrados, ni creo que acepten, tomar el primer camino. Las noticias que diariamente vemos de lo que significa la guerra civil en Siria y en otros países obliga a rechazar ese camino por exageradamente costoso desde todo punto de vista. Se nos presenta, como segunda vía, el uso institucional de la fuerza, un golpe de Estado militar. El ejemplo de Egipto es muy demostrativo. Esa solución también tiene inmensos riesgos, aunque menores que el uso de la violencia indiscriminada. Su problema fundamental es la falta de control que la oposición tendría sobre los planes y objetivos de una conspiración militar. No es fácil conocer a profundidad la verdadera ideología que orienta a ese movimiento militar, ni las ambiciones que existen dentro de la logia militar que lo planifica y ejecuta.

Normalmente, los golpes militares fracasan. Muchos de ellos son denunciados antes de que ocurran; otros son derrotados por la acción del gobierno y sus partidarios dentro y fuera de la Fuerza Armada. Esta realidad debe conocerla la oposición democrática. El dilema que se le presenta es muy complejo: el chavismo tiene como objetivo establecer una hegemonía política que le permita preservar el poder indefinidamente a toda costa; la alternativa electoral presenta grandes dificultades al negarse el gobierno nacional a producir los cambios necesarios en el CNE y en el sistema electoral; la solución militar es muy riesgosa por su tendencia al fracaso y por las delicadas consecuencias que podría traer para la oposición. La experiencia del 11 de Abril es más que aleccionadora. Resolver ese complejo dilema es el reto del liderazgo opositor.

Estoy convencido, que la oposición debe insistir en la vía electoral, enfrentando el ventajismo oficial y tratando de transformarse en una amplia y sólida mayoría. El momento es oportuno. Se debe tratar de aprovechar la profunda crisis económica y social que enfrenta Venezuela para lograr liderar los decepcionados sectores populares. Eso es posible. De lograrlo, en un tiempo relativamente corto, tendría suficiente capacidad para influir, sea cual sea el escenario que se desarrolle, en los acontecimientos futuros. Recuerden que el azar es siempre un factor en la historia… Asistir al proceso electoral no quiere decir que la oposición democrática va a modificar la estrategia de confrontación. Al contrario, los procesos electorales permiten movilizar a los militantes, emocionar a los independientes y fortalecer las organizaciones partidistas y su liderazgo.

Este último punto es fundamental. Las acciones ofensivas de una estrategia de confrontación, que sin duda deben desarrollarse a través de manifestaciones y protestas, requieren de partidos políticos bien organizados que movilicen a sus militantes para lograr que dichas acciones se realicen de una manera disciplinada y no de forma, espontánea. Esa ha sido, quizás, la mayor debilidad de la oposición democrática durante estos largos catorce años. El régimen, utilizando los dineros públicos, ha organizado un partido Estado que logra, a través de ventajas burocráticas, movilizar grandes manifestaciones. La oposición democrática también lo ha logrado, pero influyendo, de manera decisiva, el aspecto emotivo. Esos incentivos no son efectivos en una acción de confrontación. Se requiere de la disciplina partidista. Eso hay que saberlo.

Conclusiones:

1. El chavismo difícilmente rectificará su objetivo de establecer un régimen hegemónico en Venezuela;

2. La politización de la Fuerza Armada Nacional impide la existencia de un régimen político pluralista y democrático;

3. El descontento social activará políticamente al sector indiferente de la Fuerza Armada que fortalecerá al grupo antichavista. Este grupo, al ampliar su influencia dentro de los cuadros militares, podría intentar alguna acción contra el gobierno de Nicolás Maduro;

4. Los golpes militares normalmente fracasan. Su posibilidad de éxito está estrechamente relacionada con la magnitud de la crisis política, económica y social que enfrente un régimen político en particular;

5. El dilema que se le presenta a la oposición es muy complejo. Estoy convencido que la oposición debe insistir en la vía electoral, enfrentando los ventajismos oficiales y tratando de transformarse en una amplia y sólida mayoría. El momento es oportuno. Se debe tratar de aprovechar la profunda crisis económica y social que enfrenta Venezuela para lograr liderar los decepcionados sectores populares.

Caracas, 15 de julio de 2013.