Secundino Camacaro secundinocamacaro@yahoo.es
EL GUARDIA NACIONAL
El Guardia Nacional, cualquiera sea su grado, clase o empleo, deberá ser culto en su trato, aseado en su traje, marcial en su porte, respetuoso con el superior, atento con el subalterno, severo en la disciplina, exacto en el deber, irreprochable en su conducta, honrado, no deliberante y sin militancia política y debe fundamentar su patrimonio moral en el pensamiento y la acción histórica del Libertador Simón Bolívar, y en el de los precursores y forjadores de la República.
El Guardia Nacional, en cualquier actuación, se debe inspirar en los valores del amor a la patria, la libertad, la igualdad, la justicia, la paz, la solidaridad, la lealtad, el honor, el espíritu de sacrificio, la vocación de servicio, la integridad, la abnegación, la honradez, la imparcialidad y cualquier otro valor de carácter ético.
El Guardia Nacional, en el desempeño de su misión fundamenta y desarrolla su actuación en los principios de la disciplina, la obediencia, la subordinación y el respeto a los derechos humanos, como pilares básicos en los cuales descansa la organización, unidad de mando y empleo útil de la Fuerza Armada Nacional
Los Guardias Nacionales, como un solo hombre, tienen el deber y la responsabilidad de cuidar la Patria, realizar la defensa de la Nación, mantener el resguardo de la independencia y soberanía de la Patria y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la salvaguarda del Estado
El Honor del Guardia Nacional es la cualidad moral que impele al más severo cumplimiento de los deberes por la Patria, hacia la Institución Armada, hacia los ciudadanos y hacia el mismo.
Cuando el hombre de uniforme actúa apegado a las leyes del honor surge la buena reputación, se realza la honestidad y aumenta la dignidad en el ejercicio de las funciones encomendadas en beneficio de la Ley, la Justicia, el Orden y la Paz ciudadana.
El contenido del artículo y los conceptos anteriores son un aldabonazo a la conciencia de cada uno.
Nadie puede representar dignamente su misión de Guardia Nacional ni mostrarse con la frente alta al público, si no ha recibido el espaldarazo de esa gran virtud: El Honor.
Esta es la Divisa sagrada, que delata al delincuente y resplandece, como una aureola, en la cabeza del honrado.
“Por el honor y su dama” peleaba el caballero medieval.
Por ver limpio su nombre de toda mancha y por ser leal al Instituto, que ejerce el papel de matrona, tendrá que esforzarse el buen soldado.
“Todo se ha perdido menos el honor” repetía Francisco I al ser apresado por Carlos V.
Había peleado como aguerrido militar, no tenía culpa de que la suerte no le hubiera acompañado.
“Mas vale honra sin barcos, que barcos con honra” –decía Núñez- cuando sufrió la derrota naval por la intromisión de los Estados Unidos.
El abandono de la bandera o el dormir sobre las armas fueron delitos imperdonables en un centinela.
Son muchos los que prefirieron morir con honor en batalla, como los Macabeos, antes que ver la humillación de su pueblo.
La Guardia Nacional de Venezuela tiene un conjunto de normas doctrinales de conducta, inherentes a la determinada condición de cuerpo armado, integrante de la Fuerza Armada Nacional, que cumple funciones específicas de cooperación con los demás organismos del Estado.
La actuación de sus integrantes en forma seria, disciplinada y prudente, o enérgica, cuando las circunstancias lo exigen, ha consolidado el prestigio de la Guardia Nacional, lo cual a su vez ha creado un gran ascendiente que influye favorablemente en el mantenimiento de la buena fama.
La moral del Guardia Nacional deviene de las apreciaciones de la conciencia y el entendimiento que concierne al respeto humano o fuero interno.
La moral del efectivo se integra con las normas de conducta y trata de las acciones humanas en orden al estado de animo, individual o colectivo, que pueden influir en el resto de los integrantes del cuerpo.
Un cuerpo armado de orden público es tanto mas respetado cuanto mayor es su autoridad moral ante el pueblo.
No hay cosa mas triste para una persona que hacerse respetar por el miedo o el terror.
El respeto debe surgir del ambiente en que se mueven sus hombres.
La Guardia Nacional no es señalada como Fuerza de orden, por el tecnicismo de sus miembros, sino por la solvencia moral, que se han granjeado a través de su historia.
Este halo de prestigio brotará espontáneamente, como un reflejo de la propia conducta de sus elementos.
El recuerdo, que debe marcar los pasos del Guardia Nacional, es la idea de que no es un ser aislado, singular, porque una vez que el individuo se ha alistado en los cuadros castrenses, es un hombre colectivo y un ser comprometido.
Todo lo que haga, bueno o malo recaerá, como una bendición o una maldición, sobre los compañeros de armas.
Por eso, la moralidad no será sólo personal, íntima, oculta.
Todo tu irá marcado por la huella moral, que realza y eleva, porque de lo contrario, ¿Cómo acusar a otros siendo el primer reo?, ¿Cómo imponer el peso de la Ley, si quien la debe aplicar aparece como el primer trasgresor?
El Guardia Nacional no debe olvidar la frase de Cecilio Acosta: "Se honra a si mismo, quien honra a los demás".
El Guardia Nacional, cualquiera sea su jerarquía, grado o rango, es el centinela permanente de la Patria, soldado de la Ley y del Honor, que tiene por consigna el deber y por alta divisa el Honor.
Como militar profesional no debe olvidar que, “todo militar, cualquiera sea su grado, clase o empleo, deberá ser culto en su trato, aseado en su traje, marcial en su porte, respetuoso con el superior, atento con el inferior, severo en la disciplina, exacto en el deber e irreprochable en su conducta”.
La meta, a que debe aspirar todo soldado de carrera es la de ser modelo para los demás y espejo, en que miren los ciudadanos.
Todo hombre es como el blanco de las miradas ajenas .y si hay persona, que goza de este privilegio comprometedor, es el Guardián de la Ley, pararrayos de los débiles y escudo contra los soberbios.
La honradez no debe mirar únicamente al cuerpo, sino también al alma porque el hombre es un ser íntegro y sus actos repercuten interior y exteriormente.
Es bueno que sus manos y rostro amanezcan limpios y agraciados, pero es doblez y engaño esconder un espíritu, mezquino y ruin, bajo el ropaje de pulcritud cortesana.
Dos adagios populares señalan "el hábito no hace al monje" y "no todo lo que brilla es oro" y eso implica que no todos los hombres de uniforme actúan con honor y otros resplandecen mucho en apariencia, pero en el fondo son grises.
Es cierto que el traje impecable imprime un sello característico a la persona pero, pero se habrá "arado en el mar", como diría Bolívar, si no se ha logrado vestir al alma.
Son muchos los muertos, que pasean por las calles aunque su andar sea alegre y su porte marcial.
Como servidor de la República, el Guardia Nacional no debe olvidar la sentencia clásica: "Mens sana in corpore sano".