El rumor de la montaña
Enrique Prieto Silva
Jueves, 7 de noviembre de 2013
¡Patria, democracia y libertad! Es un grito a voces, que no cesará mientras se quiera idolatrar a quien llevó una vida de maldad y desencantos; quien ejerció el poder como un atributo de lo que creyó un mesianismo y don natural o genético.
Un gobernante que asumió como propio el lema de que ¡el poder se obtiene para ejercerlo con autoridad sin límites!, lo que axiomáticamente conlleva al abuso. Es el susurro de quienes creyeron en él, y hoy viven la vida miserable que les construyó con sus necedades caprichosas e ignorantes.
Siempre se ha dicho, que en nuestro país no se concibe un gobierno sin un Poder vigoroso y fuerte, pero fundamentalmente respaldado por una suprema capacidad rectora y una ilimitada capacidad coercitiva, regulada por los demás poderes del Estado, ya que de lo contrario se originaría el abuso, la maledicencia y el desastre. Allí llegamos y con ellos nos quieren hacer vivir, no como una desgracia, sino como un atributo social, que solo cabe en la mente de estúpidos, mayormente militares mal formados con el aberrante militarismo "toero" (lo saben todo) y la guía de fracasados políticos de la venenosa izquierda, que resucitaron del fracaso universal, para revivirlo, como lo están demostrando en la actualidad los "herederos del difunto", que siguen creyendo en su jerga "revolucionaria del siglo xxi"
Ya el rumor no es un secreto. De murmullo pasó a ser un grito desesperado que baja de la montaña palaciega y nos aturde a todos hasta desestabilizarnos; pero por desgracia, en un país, donde el abuso se transformó en regla, existe el peligro acendrado de inculparnos a todos como autores del desastre. Ya no de la ingobernabilidad, sino de la insuficiencia económica que es la madre del hambre y de la miseria, y no es de mentes racionales, querer transformar la necesidad como un atributo de "patria". Es algo imperdonable, no solo a los gobernantes causantes del mal, sino a los poderes que los han respaldado, haciéndose los ciegos, sordos y mudos para percibir los grandes beneficios económicos que han transformado en ahorros en divisas.
En el pasado, los poderes públicos estuvieron allegados pero nunca subyugados al Ejecutivo. Siempre contábamos con el poder judicial, que si bien beneficiaba en algunos casos las decisiones presidenciales, no llegaba al extremo de amarrar todas sus sentencias al dedo juzgador del presidente, como los son las de los presos políticos de la injusticia denunciados por el inolvidable magistrado Aponte y los aberrantes martirios de la jueza Afiuni y del comisario Simonovis. Sin dudas, el alma de estos jueces está vagando en el nicho del difunto de la montaña, esperando el perdón divino, con el martirio que debe carcomerlos por haber vendido su alma al diablo.
Se están cumpliendo los designio del hacedor del mundo ¡Dios es Grande y perdona! y no hay mal hecho en la tierra que no se pague en conciencia; por eso vemos la desesperación de los líderes "revolucionarios", esperando al pajarito o la imagen del "gran visionario del socialismo del siglo xxi", para que así como les enseñó el mal, los conduzca por el bien, para ayudarlos a salir de este atolladero que los atolondra. Sin dudas, será el cese de la "revolución bolivariana", como indica el rumor de la montaña ¡Patria, libertad y justicia! En un verdadero Estado democrático, social, de derecho y de justicia, como lo manada la Constitución.
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