Los dolorosos acontecimientos que ha vivido Venezuela, durante esta última semana, han tenido, como es natural, un impacto internacional importante y muy negativo. En un artículo titulado “Maduro juega con fuego en Venezuela” publicado en un diario de Miami, un periodista, que por su apellido parece ser latino, utiliza una frase despectiva al señalar que “Maduro parece estar jugando con fuego al estimular al populacho a que vacíe los anaqueles de una tienda de electrodomésticos”. En verdad, el término populacho no es la manera de referirse a los sectores populares venezolanos, los cuales han sido sometidos a un largo proceso de empobrecimiento durante un gobierno irresponsable que ha despilfarrado un importante ingreso petrolero durante estos catorce años.
Esas expresiones esconden un sentimiento racista que no se debe aceptar. Además, le hacen un inmenso daño a la oposición democrática ya que divide a Venezuela en dos sectores irreconciliables: el pueblo, que apoya al régimen chavista y los ricos que respaldan a la oposición. Justamente, ese es el objetivo que busca Nicolás Maduro con su irresponsable prédica de violencia. La verdad, la única verdad es que la división del pueblo venezolano, entre chavistas y no chavistas, recorre todo el espectro de nuestra sociedad. En los dos sectores hay ricos, clase media y sectores populares. Lo que sí es cierto, es que el chavismo cada día tiene menos pueblo y más boliburgueses, enriquecidos con los dineros públicos mediante escandalosos hechos de corrupción.
La maniobra dirigida por el régimen madurista es tan grotesca que se le ve la costura. El objetivo, no es difícil de determinar: ganar las elecciones municipales, ya que de perderlas su débil gobierno se tambalearía hasta sencillamente caerse. Los medios a utilizar: el escándalo, el engaño, la siembra de odios, la propaganda de guerra y pare usted de contar. El plan fue meticulosamente preparado desde hace varios meses. Lo primero que se hizo fue negarle progresivamente los dólares a la mayoría de las empresas con el fin de crear en ellos el temor de que, al tener que reponer la mercancía, sería necesario utilizar el dólar libre, el cual se cotiza a sesenta bolívares. La única manera de poder hacerlo era vendiendo a precios elevados, mediante una creciente especulación.
Esa era la oportunidad que esperaba Nicolás Maduro. Desde hace dos meses empezó una campaña dirigida por el gobierno nacional que buscaba convencer a los venezolanos de que había una “conspiración económica de la derecha, respaldada por el imperialismo yanqui, que era la que creaba artificialmente, mediante la especulación, la elevación de los precios y la escasez de productos de primera necesidad”. En verdad, la mayoría de nuestro pueblo no le hizo caso a ese planteamiento por absurdo. El gobierno, que conocía al detalle los precios de los electrodomésticos, empezó la ofensiva por ese sector. Curiosamente, la primera empresa inspeccionada fue Daka. De inmediato, el gran escándalo: una marcada especulación en los precios.
Digo curioso, porque los propietarios de Daka, Falles Radaman y su familia, siempre han sido considerados como chavistas. Justamente, esa es una de las razones por la que esa empresa recibió, entre el 2004 y el 2012, más de 400 millones de dólares. Las preguntas que yo me hago, y que deben hacerse los venezolanos, son las siguientes: ¿Cómo es posible que una empresa, favorecida de esa manera, no haya tenido suficiente control por parte del Estado? ¿Puede aceptarse que sea ahora, al acercarse a las elecciones municipales, que se cree el escándalo de los altos precios? ¿Dóndes están los permanentes controles en una sociedad regimentada como es la Venezuela actual? Las únicas respuestas posibles son: complicidad y corrupción de los altos jerarcas del régimen.
Caracas, 14 de noviembre de 2013