La muerte del "difunto"
Enrique Prieto Silva
Jueves, 21 de noviembre de 2013
Así como se ha establecido que ¡el muerto vive!, no nos queda más remedio que instaurar el parangón de que el interfecto no ha muerto. Van ya más de 8 meses del mando simbólico de quien fuera el mejor estratega de la maldad y el desastre que haya tenido la República, que bautizó de bolivariana; y la que manejó a su antojo con el melindre hecho devoción, sin importarle nada, que no fuera su odioso narcisismo, tomado por muchos venezolanos como magia del mesianismo, encapado con la lasitud de enclenques gobernantes del grupo llamado "latino-caribeño", que por más de 14 años supo apoderarse sin luchar, de la riqueza dineraria y petrolera de Venezuela, a cambio de la adoración al delirio de grandeza que adornó como ropaje estereotipado de quien se sintiera el "nuevo Bolívar"
Quiérase o no, tenemos que entender la profecía de la desaparición del "muerto de la montaña". Se vio venir entre baladas y golpes tuyeros entonados por melancólicas "damas de rojo" empoderadas en el macilento "poder popular" de la "patria bonita", que si bien puede ser admitido como la igualdad de género y oportunidades en democracia, deja mal parado el concepto intelectual de la mujer profesional de Venezuela. Casos sobran entre todos los poderes, donde no es la vanidad del humano como tal, el que juerga entre escombros del sistema de justicia y democracia, sino que nos sube a un parapeto bautizado como "proceso o proyecto revolucionario", que solo ha servido para albergar, promover y propugnar el mayor antro de corrupción que haya existido en Venezuela.
Lamentablemente, el interfecto lo asumió como suyo y herencia de Bolívar, sin que existiera mente lúcida capaz de convencerlo de su errónea conducta. Lo cierto es, que nadie sabe si está vivo o está muerto; y si murió, cuando y donde falleció. Se dice que en el "cuartel de la montaña" yacen sus restos, venerados por sus adoradores beneficiados, quienes entre trago y cachimbo, sin lamento, tienen que programarse para la oración y la cola para conseguir la harina, el arroz y la leche. Ya no van a llorar al valle, sino a la montaña, acicalándose para bendecir al hijo del interfecto, quien ya no encuentra palabra para demostrar lo capacitado que está para recuperar la ¡Patria querida!, que se perdió sin guerra y sin desastre natural. Surgen destellos de lo que vendrá y nos preparamos para la guerra silenciosa que cada vez más va cambiando de adeptos. Como bien dijo alguien, la brisa mueve las hojas y con las hojas al árbol; pero el árbol sin frutos solo da sombra; y aunque lo reguemos por la noche, al amanecer solo habrá hambre y con el hambre la muerte.
Como se ven las cosas, pareciera que el país se hunde, aunque para muchos, ya está en el abismo y la gente se pregunta: ¿Dónde está el difunto?; porque para algunos militares ¡el difunto vive! Muchos dicen que en su corazón, para no contradecir la orden presidencial, del "hijo", pero los cubanos en camada se esparcen por el continente. Muchos regresan a Cuba, donde saben que el difunto si está muerto y aquí perciben, que el engaño ya no cubre expectativas. La trampa de la habilitante es la descarada forma de Diosdado de desprenderse de su responsabilidad, no pudiendo olvidar, que "el difunto era el muro de contención de la revolución" Lo que se percibe del 8D y los errores maduranos nos hacen creer, que pronto se conocerá la verdadera muerte del difunto.