4 jul 2015

José Machillanda: Sin diana… y sin votos

José Machillanda: Sin diana… y sin votos

julio 3, 2015 4:30 pmPublicado en: Opinión

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El 28J no hubo diana, pero tampoco hubo votos. No hubo diana para despertar a la muchedumbre chavista que hoy no es tal ante la corrupción, inmoralidad y desgobierno de Nicolás Maduro que ha hecho que hasta el chavista sienta repugnancia por una claque política que, sin sentido de la Historia, ha conducido a una sociedad buena, decente y digna al atolladero desgraciado que observa el mundo de Venezuela, un país quebrado, fracasado por un proyecto anacrónico dirigido por una caterva de incapaces e iletrados: militares y radicalistas comunistas.

El 28J, sin diana y sin votos, explica cómo en el imaginario de todos los venezolanos, aun en aquellos que quisieron seguir inicialmente una “revolución”, existe el sello de la elección y lo electoral para premiar o castigar a una gestión gubernamental. Nicolás Maduro acabas de ser castigado por las huestees de su supuesta revolución, tanto en el análisis cuantitativo y cualitativo y de ello no le debe quedar duda. Todo esto, por cuanto el imaginario político como construcción intelectual del venezolano durante los 40 años de democracia inacabada, selló en el ciudadano la práctica del voto para ejercer la democracia.

Las elecciones son un hecho civilizado, civilizatorio, que habla de la dignidad de los pueblos y su vinculación con quienes gobiernan. Las elecciones en Venezuela siempre han sido una expresión del civismo venezolano y de la procura de una vía civilizada en donde la participación contendiente termina por definir aquellos que tendrán responsabilidades de gobierno. Lamentablemente este régimen, desde sus inicios surgidos de un golpe militar violento dirigido por inescrupulosos militares ahora haciendo práctica de la política, han utilizado la cooptación, la coacción y el amedrentamiento para ganar elecciones que niegan el derecho libérrimo del venezolano a elegir personal y constitucionalmente.

El 28J, sin diana y sin votos, dejó al desnudo la ruralización y empobrecimiento del PSUV, pero también la grotesca cooptación, coerción y empleo del elemento armado por parte del gobierno como soporte logístico para la realización de un hecho electoral que ya Venezuela y el mundo sabe que fue viciado. Tan viciado fue que hoy supuestos chavistas del estado Zulia gritan “Fraude”. Fraude como fraudulentos han sido todas las elecciones en Venezuela durante los últimos 16 años en la cual se jactan de que han ganado 18 pero se olvidan que las han ganado a través de procedimientos y aprovechamientos que hacen injusto al hecho electoral, y eso lo saben todos los venezolanos.

El 28J, sin diana y sin votos, retrató a muchos hombres y mujeres que votaban para poder mantener su condición de empelados públicos, ha sido tan despiadada la coacción y cooptación que se ha obligado a servidores públicos honestos y buenos venezolanos a que tengan que asistir a un hecho electoral en contra de su voluntad. Nicolás Maduro se atrevió a amenazar, terminadas las elecciones, señalando que poseía las listas y que tendrían la posibilidad de conocer e identificar a quienes no votaron, para producir un despido masivo. Máxima inmoralidad no podía atrevérsele a este funcionario que temporalmente ejerce el Poder Ejecutivo del país, pero ya Venezuela lo enjuicia por su conducta antidemocrática.

El 28J, sin diana y sin voto, permitió otra vez que una institución, otrora profesional y digna, fuese el correo, transporte, soporte y apoyo para un hecho electoral que debió ser cívico y no como ocurrió, que entre militares, PDVSA, ministerios e institutos lo que hicieron fue convertirlo en una mueca y desvergüenza para la sociedad. La Cúpula Militar deberá responderle a la historia pero también a la sociedad de la cual depende y a la cual regresa, de este nuevo acto fallido en el cual de la manera más simple se atrevió a violar la Constitución y sobre todo a dar un mal ejemplo a ciudadanos que tienen claro que el elemento militar debe estar listo y hecho para la defensa y no para ser cordón logístico de un hecho electoral.

El Consejo Nacional Electoral publicó unos resultados que muestran cuantitativamente la brutal abstención de los seguidores de la revolución, aún con todos los soportes y apoyos que le prestaron el gobierno, el elemento militar, PDVSA y otros institutos. Esa abstención muestra el fracaso pleno del postchavismo, el rechazo a la supuesta revolución y el desprecio de quienes hoy como desgobierno tienen a los venezolanos, mujeres y hombres, sufriendo en colas para comprar la alimentación, tiene a los enfermos sufriendo por falta de medicinas; y tiene a los venezolanos todos indignados porque un país petrolero tiene hoy una masa de venezolanos en condición miserable que decidieron la abstención en esta votación.

El 28J, sin diana y sin votos, habla de los rojos rojitos cercanos al fraude. Fraude porque a pesar de las maniobras de la hegemonía comunicacional y de la campaña comunicacional el próximo 6 de diciembre se producirá en Venezuela un cambio político. Simple, un cambio en el Poder Legislativo que de acuerdo a lo previsto en la Constitución será un poder capaz de contener y reordenar la ecuación política venezolana. El 28J fue el punto de ignición para que los demócratas comprendan la enorme responsabilidad del voto, el voto como institución democrática que expresa de manera imperiosa la necesidad de un cambio político. Es decir, una nueva correlación de fuerza que será responsable por la reconstrucción del Sistema Político y, en lo inmediato, el reordenamiento del gobierno.

El reordenamiento del gobierno se convierte en una necesidad, en un grito de angustia y en una responsabilidad política para una gran mayoría de venezolanos que han decidido enterrar una perversa desviación al neomilitarismo que si bien fue alertado por el genial historiador Ramón J. Velázquez no ha terminado de ser comprendido por una masa crítica de venezolanos. Venezolanos que tienen que convencerse que la militarización de la política y de la sociedad, impuesta de manera caprichosa, no puede resolver las demandas prescritas y pospuestas de una sociedad democrática y civilizada como la venezolana.

Es auténtico,
Dr. José Machillanda
Director CEPPRO
@JMachillandaP