Patriotas no, patrioteros
Fernando Ochoa Antich.
Nicolás Maduro y la camarilla gobernante están convencidos que los venezolanos no tienen memoria. Están equivocados. Es verdad que nuestro pueblo nunca ha guardado resentimientos ni odios, pero han sido tantos los errores cometidos por este régimen que difícilmente nuestra historia olvidará que Hugo Chávez y sus cómplices han sido los responsable de este doloroso período de destrucción nacional. No sólo despilfarraron un inmenso ingreso nacional, provenientes de los elevados precios petroleros, sino que endeudaron a Venezuela de tal manera que, en la práctica, estamos quebrados. La pobreza, el violencia, la inflación y la escasez son los nuevos símbolos de la sociedad creada por el chavismo. Ahora, Maduro de manera irresponsable, sin medir las consecuencias, nos está conduciendo a un delicado enfrentamiento internacional creyendo que, de esa manera, podrá fortalecer su decaída popularidad y ganar las próximas elecciones parlamentarias. Ilusiones. Ese objetivo es imposible de alcanzar. Sencillamente, están derrotados
Los venezolanos conocemos perfectamente, aunque ahora surjan filípicas patrioteras, que por más de dieciséis años la política exterior del chavismo se caracterizó por su debilidad y contradicción. Era una política que lo único que buscaba era fortalecer la figura de Hugo Chávez sin importar comprometer los intereses vitales de Venezuela, entre ellos las relaciones con los Estados Unidos que, en este momento, serían fundamentales si ocurriera una tensión militar. El caso de Guyana lo he tratado en varios artículos anteriores. Voy a resumir los graves errores cometidos durante estos años que nos han conducido a la actual situación. Irresponsablemente, Hugo Chávez dio dos declaraciones que comprometieron nuestra posición. En el 2004 sostuvo: “Venezuela no se opone a ningún proyecto de desarrollo en el Esequibo, autorizado unilateralmente por Guyana, si beneficia a su pueblo” y en el 2007 mantuvo: “Venezuela inició la reclamación del Esequibo por presiones de los Estados Unidos para desestabilizar el gobierno de Chaddy Jagan”.
Esa misma posición la tuvo el canciller Maduro al no reaccionar, en el año 2009, ante el informe del embajador de Venezuela en Guyana Darío Morandi, que sostenía: “al revisar el mapa anexo queda evidente que con esta acción Guyana le cerraría a Venezuela su salida al Atlántico, lo cual sería estratégicamente inconveniente, además de los perjuicios económicos que representaría para nuestro país perder el acceso a los recursos marítimos y petroleros”. Pero el colmo fue haber mantenido como jefe de Estado una visita a Georgetown conociendo que Guyana había entregado en concesión el bloque “Roraraima”, ubicado en la fachada Atlántica del Delta, espacio marítimo venezolano. En lugar de suspender la visita y dar una terminante declaración rechazando la posición de Guyana, guardo un inexplicable silencio. Esta manifiesta debilidad pudo haber generado un Estoppel por aquiescencia. Todos estos errores, y complicidades son la causa de la actual posición de Guyana.
Ésta complaciente política exterior sólo reaccionó, en marzo de 2012, ante la absurda e inaceptable solicitud realizada por Guyana ante la Secretaría General de las Naciones Unidas para ampliar su plataforma continental a 350 millas, sólo consultando a Barbados, Trinidad y Tobago, y Surinam, y sin considerar que su solicitud limitaba totalmente nuestra proyección marítima generada por el Delta del Orinoco y desconocer la controversia territorial con Venezuela por el territorio Esequibo, la cual se rige por el Acuerdo de Ginebra, firmado en 1966, por Venezuela, el Reino Unido, y Guyana, próxima a independizarse. La respuesta de Guyana a ese comunicado de Venezuela desconoce totalmente las consecuencias jurídicas de ese Acuerdo. Esta inaceptable posición justifica el decreto presidencial 1787, creando las zonas de Defensa Integral Marítima e Insular Atlántica e iniciar de nuevo el tradicional patrullaje con buques de la Armada para poder garantizar la soberanía venezolana en nuestro mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental.
Recientemente, en una inteligente entrevista con César Miguel Rondón, el general José Antonio Olavarría y el embajador Emilio Figueredo, expertos en el tema, clarificaron los delicados errores cometidos por Nicolás Maduro al emitir, de la forma en que lo hizo, el decreto 1787. El primer y más grave error es no haber considerado la existencia de importantes y convenientes acuerdos bilaterales con Colombia. El segundo, no entender que el decreto 1787, aún siendo de derecho interno, tenía que considerar con precisión los derechos marítimos venezolanos para evitar que surgieran reacciones en otros países por considerar vulnerados sus intereses y tercero, no entender que ese decreto tenía que ser orientado específicamente como una respuesta ante la intransigente y abusiva posición de Guyana. Hacerlo como se hizo tenía que generar tensiones con otros países, La respuesta de Colombia era de esperarse. En diplomacia y en la guerra se necesitan aliados. Generar adversarios de manera innecesaria no sólo es un absurdo sino que compromete intereses vitales de Venezuela.
Caracas, 28 de junio de 2015.
@FOchoaAntich.
aAntich.